No se equivoque de enemigos, presidente

AutorAgustín Basave

La obstinación de AMLO brota de la prisa y la envergadura de su misión y desemboca en la ausencia de matices. Si la pugna es titánica y se da sólo entre dos bandos -el pueblo, que él encabeza en aras del renacimiento de México, y las élites, que articulan una poderosa urdimbre de intereses reaccionarios y obstáculos inerciales con el fin de conservar el statu quo- no hay sutilezas ni titubeos que valgan. Ceder, incluso recapacitar y enmendar un error, es flaquear y perder tiempo. La duda engendra vulnerabilidad. Rectificar es un lujo que no se pueden dar quienes cargan una nación sobre sus hombros hacia una nueva era. No caben debates ni tonalidades; el rumbo está trazado y urge avanzar contra viento y marea.

No impugno el fin sino los medios. Entre los afanes de AMLO están varios que comparto y admiro, y sé que realizarlos presupone una auténtica hazaña. Pero también sé que la democracia se quebranta si se concibe la autocrítica como debilidad, la crítica como hipocresía y los contrapesos como estorbos. Si bien el poder es indispensable para que un estadista logre sus objetivos y nadie ha de escandalizarse cuando lo acopia, un demócrata no se propone rebasar a su arbitrio las mojoneras que dividen los poderes ni trata de socavar al entramado institucional encargado de impedir sus posibles excesos. No importa el valor ni el tamaño ni la urgencia de una causa; concentrar todo el mando en un mandatario lo hace mandante, lo libra de los equilibrios de la cosa pública y lo lleva a la autocracia. He aquí el peligro que debe conjurarse.

AMLO tiene razón cuando dice que la corrupción es el cáncer de México y que muchos de sus contrincantes son corruptos (aunque también lo son algunos de sus aliados). Es cierto que hay emisarios del pasado capaces de sabotear algunas de sus decisiones moviendo fichas en órganos autónomos e interponiendo sus "buenos" oficios en el Poder Judicial, pues coexisten en ambas instancias personas independientes y otras muy proclives a complacer a quienes desde el Ejecutivo y el Legislativo las pusieron donde están. De hecho, en este orden de ideas varios nombres emblemáticos asaltan el imaginario: por un lado exfuncionarios como Luis Videgaray y por otro exsenadores como Manlio Fa-bio Beltrones (con quienes Morena pareciera querer aliarse). Lo que sorprende es que AMLO prefiera anular o controlar a aquellas instituciones y emular así a los...

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