No hay motivos de regocijo

AutorOlga Pellicer

Los trascendidos a la prensa sobre el acuerdo que se propone presentar el presidente Trump revelan un rompimiento definitivo con una solución cuyo punto de partida era la existencia de dos Estados, Israel y Palestina, conviviendo bajo fronteras seguras y mutuamente reconocidas. Tal fue el espíritu de los Acuerdos de Oslo firmados en 1993, considerados desde entonces un verdadero hito histórico que plasmó una visión multilareral, basada en principios de derecho internacional, y expresó ideas centrales de las diversas resoluciones sobre el tema que se han venido aprobando en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La "nueva visión" de Trump otorga poca atención a tales acuerdos. No se ocupa en lo absoluto de lo que haya ocurrido en las Naciones Unidas. Se apresta, como señala atinadamente el periódico El País (16/04/19), a dar sepultura a la solución de los dos Estados. El plan, elaborado bajo la supervisión del ya famoso yerno de Trump, Jared Kushner, pone el foco en las nece-siddes de seguridad de Israel, que incluyen el control sobre todo del valle de Jordania, así como sobre las alturas del Golán (meseta Siria ocupada por Israel desde 1967).

En lo tocante a los territorios palestinos, hace hincapié en la importancia de desarrollar su economía mediante importantes aportaciones de capital que estarían a cargo, principalmente, tanto de los europeos como de las monarquías del golfo. La soberanía de Palestina no está considerada; las poblaciones palestinas (20% de la población) serían enclaves minoritarios enmarcados dentro del poderoso Estado judío de Israel.

La nueva aproximación al problema de Palestina tiene enormes consecuencias para toda la situación del Medio Oriente. Para empezar, al fortalecer el poder de Israel profundiza los distan-ciamientos con el gobierno de Irán; el enemigo a vencer según Trump. Las relaciones con ese país han tomado un nuevo giro desde que se desconoció, de manera unilateral por parte del gobierno de Trump, el acuerdo sobre su programa nuclear, que había sido uno de los grandes triunfos de la diplomacia de Obama.

El papel de Irán en Siria, del que se habla frecuentemente en los medios políticos en Washington, es un motivo de aprehensión que seguramente se vinculará con los anhelos de Israel de actuar de manera más decisiva bombardeando las instalaciones nucleares de Irán. No es seguro que lo haga. Pero se verá alentado por el nuevo papel hegemónico que le asigna Trump en las relaciones de poder en el Medio Oriente.

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