"¿Por qué no traes comida?"

AutorÁlvaro Delgado y Mathieu Tourliere

SAN JUAN PILCAYA, PUE.- Al efecto devastador del terremoto que dejó casi sin casas ni templo a esta marginada comunidad de la Mixteca Poblana, epicentro del temblor, siguió la aparatosa y efímera presencia del poder político del país y del estado, que encabezó el presidente Enrique Peña Nieto.

El jueves 21, dos días después del sismo, el pueblo se convirtió de pronto en una zona de contrastes: las maltrechas calles, que suelen recorrer mulas, caballos y viejos vehículos, se colmaron de camionetas blindadas, automóviles de lujo, patrullas de las policías Municipal, Estatal y Federal, así como camiones militares, mientras siete helicópteros aterrizaban en campos aledaños.

Miembros del Estado Mayor Presidencial, policías federales y soldados armados tomaron el control de la población y acordonaron los espacios para trazarle a Peña la ruta del acceso, mientras decenas de funcionarios poblanos -con camisas y chalecos de sus respectivas dependencias- y coordinadores de giras de secretarías federales ocupaban el techado del lugar sin hacer gran cosa mientras llegaba el mandatario.

Bajo el sol abrasador, tres decenas de universitarios de la capital del estado bajaban de un camión pesadas cajas de víveres y ropa para la población damnificada. El Ejército le cerró el paso al vehículo y tuvieron que llevar la ayuda en una camioneta pick up, ante la mirada impávida de tropa y burocracia.

Por eso cuando el presidente de la República llegó y saludaba de mano a la población, que fue concentrada bajo un toldo de láminas, una de las estudiantes estaba molesta. Y más se enojó cuando Peña, posando para las fotografías, se dirigió a un anciano: "Nada más unas casitas que se cayeron, pero todo bien, ¿verdad?".

-En vez de estarse tomando fotos, ¿por qué no traes comida? -le reclamó la joven.

-¡Suerte! -le contestó Peña, mirándola, y siguió saludando, mientras el fotógrafo preguntó quién le había estado silbando al presidente. "Había sido yo y por eso le dije: '¿Qué, mañana voy a ser Mara Dos por decir lo que pienso?", narra Areli Arce aludiendo a Mara Castilla, la joven asesinada en Puebla.

Y es que, en efecto, la ayuda para las víctimas del terremoto del martes 19 de esta población la proveyó la sociedad civil, sobre todo jóvenes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), como Areli Arce, y de la Universidad Iberoamericana de esa entidad, que repartieron frijol, atún, arroz, pañales, papel higiénico y hasta croquetas para perros.

Ella formó parte de un grupo de estudiantes poblanos que llegó con un autobús cargado de víveres y ropa, que repartieron en el modesto kiosco de la plaza principal, bajo la mirada de los soldados que se guarecían del sol.

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