La Noche Victoriosa

AutorSamuel Máynez Champion

En nuestras clases de historia de México, las que nos recetaron con torpeza en la escuela primaria, aprendimos con azoro sobre aquella derrota que originó las lágrimas del famoso derrotado; sin faltar la excursión escolar para ver, condolidos por decreto, el supuesto árbol donde se palió ese injusto dolor ante lo que el futuro revelaría impensable. Y andando de esa guisa, se negó asimismo, con deshonesta deliberación estatal, que en algún lado tendría que haber quedado la visión con la tónica celebratoria.

¿Mas de qué diantre estáis hablando?, preguntarán los exquisitos y los vasallos que mamaron íntegros los preceptos de la ávida Madre Patria... Pues de la reyerta del 30 de junio de 1520, donde Hernán Cortés y sus huestes sufrieron el peor descalabro en sus planes de conquista. Cómo negar que ahí está también el ajado tronco de ahuehuete en la Calzada México-Tacu-ba y que subsiste en la toponimia urbana el Puente deAlvarado, para alabar la proeza del asesino que desencadenó la rebelión mexica a partir de la matanza del Templo Mayor... En fin, más de los desconciertos que pueblan nuestro imaginario y que se han transmitido, con nitidez explícita, en la edificación del ambiguo ser mexicano.

¿Y acaso pretendéis refutar el enfoque euro-céntrico, ahora que se cumplen los 500 años de tan lamentables sucesos?, inquirirán los insatisfechos por el empoderamiento de esos naturales que nunca debieron ascender en el escalafón social... Por supuesto que no, nuestro modesto cometido es elaborar una breve recordación de la efeméride para poder situar, con el debido marco filológico, algunos productos melódicos ya añejados sobre el tema y las valiosas acciones que están cocinándose en la tierra del héroe que le infligió la derrota a los citados conquistadores y a sus belicosos aliados indígenas.

Para situarnos, digamos, nada más, que hablamos del Señor de Iztapalapan, cuyo efímero reinado como penúltimo tlatoani de Mé-xico-Tenochtitlan desdibujó su gesta en los anales de nuestra historia. Con respecto a su nombre, advertimos de inmediato que es problemático porque no hay un consenso unificado. Hernán Cortés lo mencionó como Cuetravacín y Bernal Díaz del Castillo como Coadlabaca, no obstante, se consigna tradicional mente como Cuitláhuac o Cuitlahuátzin, si se adopta el reverencial del náhuatl. Sobre su significado hay varias conjeturas, desde la que lo postula como excrecencia vegetal hasta la del excremento, ya que la raíz Cuítlatl puede significar ambas...

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