Leñero y un nuevo teatro nacional

AutorLa Redacción

Tuvo que cambiarse la sede para recibir al escritor Vicente Leñero como miembro número XXVIII de la Academia Mexicana de la Lengua: en lugar de la encerrada Sala Manuel M. Ponce se optó por el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, que la noche cálida del jueves 12 lució repleto de un público que a lo largo de dos horas siguió la ceremonia puntualmente. Y que rompió su solemnidad cuando tanto el autor de Los albañiles como su colega periodista Miguel Ángel Granados Chapa –encargado de contestar su discurso– soltaron algunas ironías y recurrieron a la anécdota y al humor.

Algo más trastocó el aire aparentemente docto que la gente se hace cuando escucha el nombre de Academia Mexicana de la Lengua, y ese fue el propio discurso de Leñero, quien no hizo disquisición alguna en torno al lenguaje correcto o incorrecto, sino más bien centró la temática en la realidad teatral mexicana, para lo cual hizo un repaso histórico desde el siglo XIX. Y todo ello para apuntar dos realidades: la primera, el embate que sufrió el texto de autor teatral de manos de los directores de escena hacia finales del siglo pasado y, la segunda, su consecuencia actual, el renacimiento de ese mismo autor encarnado en una nueva dramaturgia que ya se aloja en las recientes generaciones, más empeñadas también en la búsqueda, como lo hacen sus colegas cineastas, de las propias historias de la realidad nacional, “sin chauvinismos”.

De ahí que Leñero, al recordar a su antecesor en el sitial XXVIII de la Academia, otro dramaturgo como él, Víctor Hugo Rascón Banda, especificara su papel dentro de la creación e impulso de esa Nueva Dramaturgia Mexicana:

“Pero ya estoy aquí, asentándome en la silla de mi entrañable amigo Víctor Hugo Rascón Banda, desaparecido hace apenas tres años. Me honra su estafeta, no sólo por lo trascendente de nuestra amistad, sino porque él representó como dramaturgo –representa aún– la figura más importante de una generación: la llamada por Guillermo Serret la Nueva Dramaturgia Mexicana, impelida a vigorizar frente a la tiranía de los directores de escena la imprescindible tarea de escribir para el teatro.”

De ahí que su discurso lo titulara En defensa de la dramaturgia. Por ello, y porque su trabajo de ingreso desembocó en una preceptiva literaria y escénica del nuevo teatro.

“Leñero es nuestro dramaturgo más importante y nuestro gran abanderado del teatro, sin él nuestro teatro estaría derrotado, y este discurso suyo es prueba de ello”, dijo al término de...

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