La ofensiva contra el binomio cultura-alimentación. Primera de dos partes

AutorJorge Sánchez Cordero

La alimentación es cultura y no simplemente una necesidad biológica. Las sociedades han privilegiado empero las prácticas culinarias por sobre la exigencia biológica; así, las tradiciones milenarias le han dado a la alimentación significados prescriptivos.

El ser humano se identifica por lo que come, pero este aserto entraña más que un aforismo, toda vez que el alimento -una experiencia cultural cotidiana- es el que determina al ser humano.

Las sociedades con una cultura en común no sólo comparten los mismos hábitos en lo que respecta a la alimentación, sino que custodian ensamblajes relativos a tradiciones alimentarias. Si se atiende al hecho de que los valores culturales, sujetos a lentos procesos evolutivos, determinan las elecciones vitales, la idiosincrasia de las colectividades se explica entre otros factores por sus elecciones en ese aspecto.

El alimento es una noción holística que arraiga a una sociedad al ámbito en donde ésta se afinca. Por lo mismo, las prácticas culinarias y de alimentación pertenecen a una cultura viviente que se crea y se transfigura en respuesta al entorno natural y comunitario.

La historia ha documentado de manera prolífica las múltiples implicaciones que el factor alimentario ha tenido en la formación de los seres humanos, truismo que difícilmente requiere de demostración en sus aristas religiosas y sociales.

Los procesos modernos de producción alimentaria han provocado mutaciones importantes en el vínculo entre cultura y alimentación. En una primera vertiente se encuentra el hecho de que en el pasado la actividad humana fundamental era el cultivo de la tierra, así que los individuos consumían lo que cosechaban. Era ésta una manifestación de ese vínculo generador de ritos y significados y que, además, proveía a las personas de un sentimiento de pertenencia.

En la historia de México esa simbiosis ha cumplido una notable función social en los periodos de crisis económica. La siembra de maíz les permitía a las pequeñas unidades sociales mitigarla hambruna.

Sin embargo, la ciencia y la tecnología trastocaron esa simbiosis, lo que derivó hacia una nueva vertiente: la producción dejó de ser local y adquirió un carácter comercial. De la misma forma, las consecuencias de avances científicos, como la creación de pesticidas y la hibridación, debilitaron ese vínculo entre cultura y alimento y aminoró la capacidad de discernimiento de las sociedades acerca de lo que consumen.

Una tercera vertiente que disipa esta...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR