Las "okupas" de la CNDH. "Somos ya un frente nacional"

AutorNeldy San Martín

La hija menor de Érika fue violada por su cuñado cuando tenía siete años. Por eso, cuando el lunes 7 el presidente Andrés Manuel López Obrador reprochó que las encapuchadas intervinieran un cuadro de Francisco I. Madero pintándole el cabello violeta, los labios rojos y los párpados verdes, Érika le reclamó por indignarse por una pintura y no por el abuso sexual de su hija.

"Mi hija intervino ese cuadro. Ella es víctima y ahora el presidente la revictimiza. Ellos ven las paredes, las pinturas, pero no ven nuestro dolor", dice Érika entre sollozos.

Cuando se enteró del abuso sexual que sufrió su hija tomó un palo y golpeó al agresor con toda su fuerza, pero un pensamiento la detuvo. "Dije: no voy a embarcarme con este pendejo y dejar desamparada a mi hija; mejor me voy a denunciar".

El abusador sigue libre y Érika y su hija, ahora de 10 años, sólo se han topado con la revictimización y la burocracia. Por eso, con la toma de la CNDH siente que al fin está logrando un poco de justicia. Las imágenes de ella y sus hijas se han convertido en símbolo de la lucha feminista en el país, donde la pandemia pausó el movimiento en las calles pero no la violencia contra las mujeres: en los primeros siete meses de 2020 se abrieron 549 carpetas de investigación por el delito de feminicidio.

Érika se unió a la colectiva Ni Una Menos, de familiares y víctimas de la violencia feminicida, cofundada por Yesenia Zamudio -autoproclamada responsable de la toma-, madre de la estudiante María de Jesús Zamudio, Marichuy, quien fue víctima de feminicidio en 2016.

La protesta comenzó el miércoles 2, cuando Marcela Alemán, madre de una niña abusada sexualmente, y Silvia Castillo, mamá de un joven asesinado el año pasado, ambas de San Luis Potosí, se quedaron en las instalaciones tras una reunión en la que pedían que las integraran en ese momento al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. Ante la desesperación, Marcela se ató a una silla con sus agujetas y Silvia se amarró al balcón. Rosario Piedra nunca salió de su oficina. Se quedaron toda la noche y en la madrugada convocaron a 10 feministas afuera del edificio. El viernes 4 ambas mujeres regresaron a San Luis Potosí.

Durante la primera semana de la ocupación, en apoyo a Silvia y Marcela también estuvieron familiares de víctimas de la violencia que hasta el cierre de edición aún mantenían un plantón frente a las oficinas de la Comisión Estatal de Atención a Víctimas (CEAV)...

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