Olvidado en México Benito Pérez Galdós no podrá morir

AutorJuan José Reyes

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Mientras los españoles se entregaron con seriedad y pleno entusiasmo a recordar y enriquecer la vitalidad de la presencia entre ellos de la obra de don Benito Pérez Galdós, su novelista, compañero de Cervantes en las alturas, el medio mexicano ha visto pasar el centenario de la muerte del mallorquí/madrileño con casi total indiferencia.

A Galdós le ocurre lo que a otros autores de la gran novela europea: se conoce su nombre, tal vez el de algunas de sus obras, pero son escasísimos los que cursan sus historias. Entre nuestros escritores el hecho puede probarse con sencillez: quien lee cualquier libro suyo queda tocado, y no exageraría quien dijera que hechizado.

Se trata de alrededor de un centenar de piezas que de tan españolas que son están muy cerca de los ambientes mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX -igualmente sobresaltada allá y aquí-, las costumbres, una considerable y vivaz parte del habla, de las religiosidad, de la separación y los contactos de las clases sociales, las codicias, las trampas, las bondades y sus sueños.

Hace años circulaba una edición lujosa, de la editorial Aguilar, de al menos los Episodios Nacionales. Y en las librerías Po-rrúa, y en su ventana electrónica, pueden hallarse varios títulos aún en la benemérita colección "Sepan Cuantos..." que años ha echó a andar aquel hombre sabio que fue don Felipe Teixidor. Fuera de esto, conozco nada más las pulcras ediciones de Alianza Editorial, ibérica, de algunos Episodios y de algunas novelas (y no creo que sean de fácil acceso en estos días).

Los aficionados al cine han de tener presente un par de filmes hechos a partir de la lectura de novelas galdosianas: la espléndida Nazarín (1959, una redonda historia en que se entrecruzan la fe y su desvanecimiento, la piedad y el pecado, realizada por la mirada de Luis Buñuel y actuada por Francisco Rabal, Marga López, Rita Macedo; y Doña Perfecta (anterior, de 1950), dirigida por Alejandro Galindo y representada por Dolores del Río, Carlos Navarro, Esther Fernández. Esta cinta es una correcta y un poco tiesa puesta en escena de una de las obras de mayor celebridad de su autor: Una sociedad cerrada en un pueblo menudo, dominada por la presencia de la Iglesia y sus valores -que encarna la personaje principal, bella y severa-, y la irrupción de un joven sobrino, apuesto y moderno; sobreviene el choque de visiones del mundo y comienza a dispersarse una atmósfera de persecución casi policial. En 1970 triunfa en Cannes Tristana, de nuevo de Luis Buñuel. Siempre liberal, de espíritu republicano, y militante en su momento, presenta en la novela tomada como base de aquel filme a una mujer muy joven (Catherine Deneuve) que lucha por tener una vida emancipada. Pretende dedicar su tiempo a cuestiones estéticas a la vez que ha de someterse al cortejo, y posterior matrimonio, de un hombre mucho mayor, dominante, conservador (Fernando Rey). Buñuel, no está de más recordarlo, torna más intensos los afanes y abre nuevos derroteros a la historia. La película tuvo buen éxito en las salas nacionales (en las del DF muy en especial), por sus muchos atractivos, pero no llamó al público a la lectura del autor original de aquella trama. Pérez Galdós quedó tal como estaba: conocido sólo por profesionales y algunos fieles devotos.

Mientras tanto, en este campo más bien yermo y plano, Pérez...

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