Los olvidados de 1918

AutorSamuel Máynez Champion

No podemos permitir que finalice el año sin ocuparnos de tres músicos sobresalientes, cuyos centenarios luctuosos tendrían que haberse preconizado con bombo y platillo y que, por esa desmemoria congénita y desdén por la historia que nos caracteriza, pasaron prácticamente inobservados. De los tres, dos son hombres y extranjeros -aunque con una aguda (y trágica para uno de ellos) filiación mexicana -, y el tercero es una dama compatriota, cuya olvidada trayectoria nos enorgullece ayudar a poner en relieve, ya que es pionera en el campo de la composición musical de la nación y también en el de la impensable dirección de orquesta de su era.

Como puede suponerse, con la audición de sus composiciones se valida intrínsecamente la escritura de estas líneas pero, sobre todo, se realiza un acto específico de desagravio que queremos subrayar: la creación musical de la preclara mexicana recibe aquí su estreno fonográfico después de 151 años de silencio; esto es posible gracias a un mecenazgo otorgado por el Instituto Mexicano para la Justicia (IMJUS).(1) Púlsense los códigos QR del impreso o accé-dase a la página electrónica del semanario (proceso.com.mx) para escuchar las obras. Muerte prematura en el ápice de la gloria.- Nacido en Madrid en enero de 1875, Joaquín (Quinito) Valverde Sanjuán obtiene de su padre, tanto nombre y apellido, como la enseñanza del arte sonoro. Su receptividad al ambiente teatral propiciado por su progenitor -el afamado compositor de zarzuelas Joaquín Valverde Durán (1846-1910)- da frutos en poco tiempo, al grado de que a los 12 años comienza a dirigir orquestas y a los 15 compone su primera zarzuela, Con las de Caín, que se estrena en Madrid en 1890. El éxito de su empeño melódico, aunado a la búsqueda de un estilo sencillo y sin pretensiones, lo vuelven un consentido del público y la crítica.

Año con año ratifica su talento, componiendo, produciendo y dirigiendo zarzuelas en los teatros de su patria -en 28 años de actividad compositiva escribe dos centenares de ellas -, hasta que a la defunción de su padre decide probar suerte en París. No se equivoca, y en la Ville Lumiére cosecha clamorosos triunfos artísticos y pecuniarios (llegará a decirse que fue el músico que ganó más en su época). Seducidos los exigentes auditorios parisinos, determina continuar sus conquistas en el Nuevo Mundo, así como lo hicieron sus antepasados con la cruz y la espada.

Desembarca primero en La Habana y no encuentra resistencia, al contrario, sus...

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