Onésimo Cepeda y la nostalgia del poder

AutorBernardo Barranco V.

Cambió su razonamiento como si se tratara de una camisa. En la mañana se enfundó en la del candidato desafiante de las leyes y de la clase política y por la tarde atemperó su embriaguez por el protagonismo. El obispo emérito pretendía salir del silencio por los años de retiro y recuperar una notoriedad perdida. Finalmente se disciplinó como una persona sujeta a las reglas de su institución. Bastó un tajante comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano y una fuerte llamada del nuncio Franco Coppola para someter su devoción por los reflectores. En su megalomanía fantasea con una supuesta llamada con el papa, que nadie cree.

El pastor de la ostentación y de la frivolidad escenificó una vez más una absurda aventura mediática en un callejón sin salida. Onésimo Cepeda, en tanto ministro de culto, está impedido de manera categórica por las leyes canónicas de la Iglesia, así como por la legislación mexicana, para ejercer un cargo público, participar de la vida política partidaria y presentarse para competir en elecciones.

Cepeda estudió leyes. Es inconcebible que no conociera sus infranqueables obstáculos legales. Pudo más su nostalgia por el poder o haber convenido un escándalo mediático que promoviera el partido de su amigo Pedro Haces Barba. Pudo haber pactado esta comedia para llamar la atención de un partido que no levanta ni con la ayuda de la vela perpetua.

Onésimo Cepeda es abogado por la UNAM. Tuvo una vocación sacerdotal tardía. Se ordenó a los 33 años, después de una disipada vida de clasemediero como roquero, torero, bolsero y parrandero. En sus primeros años sacerdotales, en los setenta, se amparó bajo el signo de progresismo católico de la Teología de la Liberación, que estaba de moda. Entonces ser clérigo progresista era plausible. Por ello se asentó en la avanzada diócesis de Cuernavaca bajo toda esa atmósfera de innovación y profetismo con Eric Fromm, Iván Ilich y Gregorio Lemercier.

Poco antes de que Sergio Méndez Ar-ceo pasara a retiro, Onésimo se refugió en los conservadores movimientos caris-máticos de clase media alta. Se hizo eco de las preocupaciones de Roma y las disciplinas impuestas por Juan Pablo II. Se convirtió en aliado incondicional del siniestro nuncio Girolamo Prigione para desmantelar la obra pastoral de don Sergio. Apoyó la persecución encabezada por los obispos sucesores, Juan Jesús Posadas Ocampo y Luis Reynoso Cervantes, contra las comunidades de base, la pastoral popular y sacerdotes libertarios...

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