La Operación Padrino (III)

En los años 80, Guadalajara era la capital del narcotráfico de la mano del "Jefe de Jefes".

Miguel Ángel Félix Gallardo controlaba un imperio multinacional que se extendía desde los Andes hasta los estados sureños de Estados Unidos.

"Controlaba uno o dos bancos, comandaba su propia fuerza aérea y su propia red radiofónica, estaba construyendo sus propias refinerías de cocaína y estaba extendiendo su red de distribución hasta Europa", escribe la periodista Elaine Shannon en su libro "Desperados", al que Carlos Monsiváis llegó a llamar "apología semioficial de la DEA".

A Miguel Ángel le había tomado años conjuntar a ese grupo de narcotraficantes violentos para conciliar intereses y hacer crecer el Cártel de Guadalajara a niveles insospechados.

"Se enorgullecía de su habilidad para conservar al grupo tras la muerte de Pedro Avilés. Pero más por haberlo hecho crecer como ni él mismo imaginó jamás, y por la cantidad de políticos de los tres niveles de Gobierno que ahora lo apoyaban", asegura el periodista José Luis García Cabrera en su libro "¡El Pastel! 1920-2000".

En 1982, la DEA puso en marcha "La Operación Padrino" en contra del grupo de Félix Gallardo, la cual encomendó al jefe de la delegación en Guadalajara, Roger Knapp, y en cuyo grupo se encontraban James Kuykendall, Víctor "Shaggy" Wallace, Tony Ayala y Enrique "Kiki" Camarena.

El objetivo era atrapar a Félix Gallardo y sus aliados, siendo "Kiki" uno de los más entusiastas, pues apenas había llegado en 1981 a la capital tapatía con su familia.

Camarena, nacido en Mexicali, para su segundo año ya había logrado involucrarse con Miguel Ángel y algunos de sus allegados.

García Cabrera asegura que Camarena era compadre de Rafael Caro Quintero, toda vez que aceptó ser padrino de presentación de uno de sus tres hijos.

LA EXPANSIÓN

Félix Gallardo tuvo la idea de edificar un centro de acopio para todas las cosechas de mariguana de México, que se ubicara cercano a la frontera con Estados Unidos para después ser introducido.

Para sus intenciones ilícitas el plan era ideal, por las ventajas en logística y en costos, ya que su intención era también dar servicio a narcotraficantes de Sudamérica con lo que afianzaría un trabajo colaborativo a nivel continental.

Así, en lugar de estarse peleando por abastecer a los más de 30 millones de consumidores estadounidenses, estarían trabajando en paz.

Y es que Félix Gallardo creía más en los negocios y en los ingresos que en detentar poder o en desatar la...

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