De orificios, tímpanos y cócleas

AutorSamuel Máynez Champion

Valga entonces el necesario abundamiento junto a la consigna de crear mayor conciencia en los significados de saber cómo y para qué escuchar con atención. Para empezar aclaremos la diferencia entre oír y escuchar, ya que a menudo se confunden, a pesar de ser absolutamente disímiles. Oír es la manera pasiva e ininterrumpida de percibir cualquier onda sonora; en cambio, el acto de escuchar requiere de una participación de la voluntad para lograr discernir qué es lo que penetra en nuestro interior en forma de sonidos, mal o bien ordenados.

Dicho esto, no nos sobra describir el complejísimo trayecto que efectúan las señales acústicas antes de que el cerebro pueda descodificarlas y entenderlas, asignándoles un sentido, amén de que tampoco nos estorba repetir que, gracias al oído, se logran las proezas de poder mantenernos verticales y en equilibrio, de desarrollar el lenguaje -y con ello el pensamiento-, de adquirir una perfecta coordinación muscular, de contar con un infalible sistema de alerta, y de proyectar una descomunal energía neuronal para nutrir nuestros cerebros en la realización de muchas de sus principales funciones.

En última instancia, merced al oído nos convertimos en esos seres profundamente sociales que establecen vínculos con los otros y consigo mismos, sobre todo en el plano de las emociones y los afectos. En otras palabras, por haber escuchado bien desde el útero materno se favoreció nuestra maduración física, aprendimos a comunicarnos y obtuvimos un inconmensurable desarrollo emocional, de ahí que hayamos estimulado a nuestro ser en su totalidad. El desarrollo fisiológico y psicológico de nuestra Escucha, recalcamos, produjo la manera única de Ser y Estar que nos diferencia de los demás aunque, paradójicamente, nos une con ellos.

Por convención y como resultado de su extrema complejidad, el sistema auditivo se ha divido en tres secciones: la del oído externo, la del oído medio y la del oído interno.(1) Cada una es responsable de un funcionamiento de alta especificidad, atravésdel cual la conversión de una señal acústica-proveniente de la vibración de las moléculas del aire- acaba convertida en un impulso nervioso que la corteza cerebral procesa y asimila. Como bien sabemos, el oído externo está formado por el pabellón auricular u oreja, el cual dirige, mediante su ultra sofisticado diseño, las ondas sonoras hacia el conducto auditivo externo a través del orificio auditivo (es ahí donde se produce la cerilla, cuyo cometido es...

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