La papa caliente de los yihadistas presos

AutorTémoris Grecko

Eran las 21:51 del 16 de febrero. El presidente estadunidense Donald Trump suele tuitear sus ocurrencias -con las que trastoca los más importantes y delicados procesos políticos-por la mañana. Pero sus propias costumbres tampoco son reglas que respete y esa vez lanzó un misil nocturno: "Estados Unidos les está pidiendo a (Gran) Bretaña, Francia, Alemania y otros aliados europeos que se lleven a 800 combatientes del ISIS que hemos capturado en Siria y los sometan a juicio". De otra forma, advirtió, "los vamos a tener que soltar".

No había una petición diplomática formal en ese sentido: en esa exigencia "Estados Unidos" era el propio Trump por medio de Twitter, que de esta forma creyó que podría forzar una solución para uno de los mayores problemas creados por otra ocurrencia suya, que también tomó por sorpresa a propios y extraños días antes de la pasada Navidad, el 20 de diciembre: el anuncio del retiro de sus tropas de Siria porque, según él, el Estado Islámico (EI o ISIS, en inglés) estaba acabado: "¡Los hemos vencido!", proclamó para su solitario beneplácito, pues nadie más estuvo de acuerdo.

Desde 2014, cuando a la impresionante serie de éxitos militares del EI se sumó una campaña de propaganda y reclutamiento digital muy eficaz, una de las grandes inquietudes fue qué hacer cuando los miles de jóvenes de los países occidentales que se estaban sumando al grupo yihadista, ingenuos e inexpertos, retornaran a sus hogares imbuidos de una doctrina que convoca a destruir sus sociedades, y fortalecidos con entrenamiento militar, experiencia de combate y la rutina de matar.

En Medio Oriente (tiene además grupos afiliados en Egipto, Túnez, Libia, Somalia, Nigeria y Filipinas) el EI perdió casi la totalidad del territorio de su "califato" en 2017, ante una ofensiva internacional. Aunque está confinado a unos pequeños bolsones en Siria, sus enemigos y los expertos coinciden en que no se puede asumir su derrota total, entre otras cosas por su capacidad de inspirar grandes ataques terroristas sin necesidad de dirigirlos, planearlos ni colaborar directamente en su organización. Y porque muchos de sus militantes extranjeros buscan ahora retornar a Europa y Norteamérica.

Llegó el momento de enfrentar el problema, pero no de la forma que se esperaba: Trump, a su estilo, invirtió el orden de prioridades. Sus aliados europeos y kurdos volvieron a verse puestos contra la pared, sin aviso ni cortesías.

El problema, de cualquier manera, existe y ya se había...

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