La parábola del vaso

AutorVicente Leñero

Allí fueron a vivir cinco hermanos: Santiago, Germán, María Teresa, Juan y José Antonio Cárter Bartlett, sobrinos del secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, hijos de su hermana.

Desde el 4 de noviembre de 1982, el matrimonio Cárter Bartlett llegó a la comunidad a vivir con sus hijos. Su estancia allá duró 10 meses.

A principios del segundo semestre de 1983, la hermana del secretario de Gobernación y su esposo regresaron a México para arreglar asuntos pendientes. Los acompañó Germán, quien contó, en testimonio publicado el 5 de noviembre de 1983 en El Nacional de Caracas, cómo la influencia y el poder de su tío transformaron a sus padres y los hicieron cambiar de idea. El matrimonio Cárter Bartlett decidió no volverá Venezuela y sacar a sus tres hijos menores de la comunidad.

El señor Cárter viajó a San Diego de los Altos para recoger sus pertenencias y llevarse a Juan y a José Antonio, los dos menores de edad. Juan suplicó quedarse. El señor Cárter cedió e hizo los arreglos legales y materiales del caso para dejar a Juan bajo la custodia de Santiago, el mayor. Y regresó a México con José Antonio.

El primero de noviembre de 1983, la Dirección del Servicio de Inteligencia y Prevención (DISIP), policía venezolana, allanó el hogar, saltó los muros, penetró con violencia y sacó por la fuerza a María Teresa, de 19 años, y a Juan, de 17. Eran cinco funcionarios armados de la DISIP, acompañados por un agente especial. Fue "un atropello cometido por las autoridades venezolanas al ejecutar órdenes provenientes del gobierno mexicano", denunciarían más tarde los hermanos.

Confiscados sus documentos personales, María Teresa y Juan fueron deportados en un avión de Aeroméxico. Un funcionario de la embajada mexicana en Venezuela supervisó la deportación.

Dolidos, furiosos contra sus padres y su tío omnipotente, María Teresa y Juan se acercaron a Enrique Maza, en las oficinas de Proceso. Le contaron su historia. Querían denunciar públicamente a Manuel Bartlett por abusos de poder.

Enrique Maza nos puso al tanto durante la reunión del consejo editorial y se decidió que escribiera un pequeño reportaje que ocuparía dos páginas de la revista. Julio quería que tuviera una cabeza en portada.

-¿En portada? Es un asunto chiquito -le dije.

-¿Te parece chiquito que esté involucrado el secretario de Gobernación?

-Es chiquito. Además, si yo estuviera en la piel de los padres de esos chamacos, haría lo imposible por sacar a mis hijos de una secta así, con...

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