El paraíso perdido del Rey Zambada

AutorMarcela Turati

ACAXOCHITLÁN, HGO- Dicen que de la zangoloteada que les dio la federal los cerdos iban mareados; lastimados unos, muertos otros. Que la chilladera se escuchó desde las casas cercanas a la granja. Un taxista asegura que encontró un marrano estropeado, tirado a medio camino, y como aún respiraba lo escondió rápido en la cajuela. Los vecinos aún no se reponen del impacto sufrido ese día de octubre en el que soldados y policías federales irrumpieron en la granja porcícola, la finca con caballeriza y el rancho lechero que les daba empleo, mientras veían cómo subían en camiones de carga la animaliza, la maquinaria y las pertenencias de los patrones.

El camino de acceso estuvo cerrado varios días. La propiedad de 60 hectáreas de bosque, sellada.

Un letrero en los accesos indicaba: "Se prohibe el acceso a esta zona a personas que vayan a pastar sus animales, recolectores de leña y cualquier persona que viole este aviso será consignado ante el MP".

Los primeros días, las personas estaban asustadas, hablaban en susurros, no querían que las vincularan con el rancho. Con el correr de las semanas comenzaron a darse vueltas por la propiedad para preguntar cuándo deberían presentarse a trabajar. Cuando se agotó la espera quisieron organizar un motín, tomarse las tierras y volver a producir, pero policías armados se los impidieron.

Desde el cateo aquel ya lejano octubre de 2008 de la granja Los Alpes y la finca Quinta Las Palomas, propiedades del narcotraficante Jesús Reynaldo Zambada García, alias El Rey, cientos de acaxochitle-cos -nahuas en su mayoría- vieron morir el espejismo de ser asalariados y la oportunidad de un empleo formal.

Ya se completaron más de tres años desde el operativo militar y los desempleados no logran acomodarse; muchos migraron a Estados Unidos, al Distrito Federal o a otros lugares de Hidalgo.

"Andan buscando ahí nomás, se fueron adonde sea", dice doña Amanda, la señora que vende tlacoyos en el pueblo de Buenaventura a una clientela casi extinta.

Al momento del decomiso, en la entrada de Los Alpes había una placa con un venado pintado y el número del permiso de manejo ambiental (UMA RFYFS-CR-TR-0037HGO). Detrás de la reja, se veía una finca blanca rodeada de pastizales, cercada por una barrera de árboles sabinos, con vista a una presa donde se posan garzas.

A través de una brecha se llegaba a la granja porcina, localizada en una hondonada oculta por una franja de bosque. Vista de lejos parecía una enorme fábrica con varios edificios pero se trataba de un hotel cinco estrellas para cerdos: las porquerizas tenían ventilación, de los techos pendían grandes sacos con alimentos, en algunas partes los animales estaban separados en minichiqueros individuales. Afuera de algunos galerones se lee "Gestación", "Maternidad", "Maternidad 2", los lugares dispuestos para que las cerdas parieran y cuidaran a sus crías recién nacidas.

En el acceso principal un monumento de piedra da la bienvenida: el monumento al cerdo.

Cruzando el bosque y en el otro extremo estaba ubicada la...

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