Parecían buenos muchachos, pero secuestraban, torturaban, mataban...

AutorRodrigo Vera

ACAPULCO, GRO.- La noche del 4 de enero de 2013 la señora Elisa recibió una llamada telefónica de unos desconocidos quienes le dijeron que tenían secuestrado a su hijo Arturo Ríos Ceballos, de 18 años y estudiante de ingeniería del Instituto Tecnológico de Acapulco (ITA). Le pedían un rescate de 800 mil pesos.

Doña Elisa sólo pudo reunir 45 mil pesos. Los secuestradores aceptaron esa suma. Le pidieron que se vistiera de blanco y fuera a dejar el dinero -en una bolsa de plástico- a una calle solitaria que le indicaron. Cumplió las instrucciones, pero jamás le devolvieron a su hijo.

Tres días después, el 7 de enero, fue hallado el cadáver del muchacho. La madre fue a identificarlo al Servicio Médico Forense. Lo habían ahorcado con una cuerda después de haberlo torturado.

Doña Elisa recordó la última conversación telefónica que tuvo con su hijo, el mismo día de su secuestro: él dijo que una amiga del ITA, Leslie Cahori Jiménez García, lo había invitado insistentemente a su casa. La madre de Arturo levantó una denuncia penal y ahí mencionó ese hecho.

La policía localizó e interrogó a Cahori y descubrió en su teléfono celular videos de jóvenes siendo sometidos a tortura. Ella confesó que pertenecía a una banda de estudiantes del ITA dedicada a secuestrar y asesinar a sus propios compañeros. Entre sus víctimas estaba Arturo Ríos.

Pronto se capturó a los nueve integrantes de la banda homicida. En los celulares de todos ellos había videos de jóvenes torturados que enviaban a los familiares de las víctimas para amedrentarlos; también había registro de las llamadas en las cuales pedían los rescates.

Todos ellos, estudiantes del ITA, tenían buenas calificaciones, su conducta era irreprochable y no tenían vicios... Parecían buenos muchachos.

Entre 2010 y enero de 2013 la "Banda de los Cahori" -como se conoce en el puerto- secuestró y asesinó a unos 39 jóvenes acapulqueños, según cálculos de familiares de las víctimas.

Su modus operandi era el siguiente: primero escogían a alguno de sus compañeros, lo invitaban a salir, lo llevaban a una casa de seguridad y ahí lo secuestraban. Luego de obtener el rescate lo ahorcaban con un cable de luz y lo descuartizaban con un hacha. Tiraban sus restos en algún lugar. Solían ir a los funerales de sus víctimas para dar el pésame a las familias.

Doña Elisa -cuya denuncia hizo caer a la banda- comenta en la sala de su casa, junto a la foto enmarcada de su hijo: "Les-lie Cahori era muy amiga de mi hijo, seguido venía aquí a la casa. Nunca imaginé que ella y otros amigos de la universidad cometieran ese crimen tan perverso. Ya después, conforme avanzaron...

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