Partidos de patronazgo

AutorHéctor Tajonar

El reciente registro de tres nuevos institutos políticos obliga a reflexionar sobre el sistema correspondiente, integrado antes por siete organizaciones y que ahora aumenta a 10. No es admisible que los protagonistas indispensables de los procesos electorales representen un obstáculo mayúsculo, en lugar de un estímulo, para mejorar la calidad de la onerosa y mediocre democracia mexicana.

Max Weber llama partidos de patronazgo a aquellos que se dirigen de un modo prioritario al logro del poder para el jefe y a la ocupación de los puestos administrativos en beneficio de sus propios cuadros. Su fin primordial es de orden personal: obtener "prebendas, poder y, como consecuencia de ello, honor para sus jefes y secuaces o todo esto a la vez". Los siete institutos políticos del país actúan como partidos de patronazgo: su interés fundamental es lucrar con el poder que les da el ejercicio del gobierno o la actividad legislativa, por encima del interés general. Sobran datos empíricos para demostrarlo. La cultura del moche o la proclividad a la cooptación a cambio de una retribución pecuniaria o en especie son pruebas irrebatibles de la deleznable (in)cultura política impregnada en todos los partidos. La reciente aprobación de la ley reglamentaria en materia de telecomunicaciones representa un caso paradigmático de corrupción legislativa que condujo al fortalecimiento del oligopolio televisivo. Con sus diferencias, los cuatro partidos pequeños que contendieron en los comicios de 2012 son proyectos nacidos de la audacia personal, familiar o de grupo que han sobrevivido gracias a sus capacidades parasitarias. El Partido Verde adoptó el emblema ecologista con ejemplar desvergüenza y se precia de ser el único partido del mundo con ese nombre, defensor de la pena de muerte. Con el mismo cinismo acoge a la telebancada y ha encontrado su garantía de supervivencia como comparsa del PRI. El Partido del Trabajo (PT) tiene un indeleble estigma de origen: haber sido creado y financiado por Raúl Salinas de Gortari con el fin de dividir a la izquierda. En 1990, el presidente Carlos Salinas escogió a su compañero de la Facultad de Economía de la UNAM, Alberto Anaya, para dirigirlo (Proceso, 10 de junio de 2005), cargo que ha ocupado desde hace más de dos décadas. Ha sobrevivido gracias a su alianza con otros partidos de izquierda. Movimiento Ciudadano, fundado en 1999 con el nombre de Convergencia por la Democracia, ha sido presidido desde entonces por Dante Delgado...

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