A un paso de la ejecución

Desde su reducida celda, José Ernesto Medellín Rojas teclea de dos a tres cartas diarias en una máquina de escribir que por años ha sido su contacto más tangible con el mundo exterior, al igual que un radio en el que escucha corridos y noticias en inglés y español.

Así sobrelleva los días vacíos del pabellón de la muerte, en la unidad Allan B. Polunsky, un centro penitenciario de máxima seguridad, en Livingston, Texas, donde habitan 382 condenados a la pena capital, 14 de ellos mexicanos, entre los que él se encuentra.

En los días previos a que la jueza Caprice Cosper fijará el 5 de agosto como la fecha de ejecución para Medellín, él lucía sereno aunque presentía que en cualquier momento le darían la noticia.

"Esta vez sí espero una fecha (de ejecución)", dijo sin renunciar a la esperanza de que tarde o temprano los Estados Unidos y el Gobierno de Texas revisen su caso.

"No me quiero dar por vencido. No le quiero dar la satisfacción al Estado de Texas de que me mire quebrado, o que me mire que no puedo aguantar", recalca.

Es un hombre alto, de ojos grandes color café, bordeados por oscuras ojeras. El cabello lo lleva cortado a cepillo, tiene la frente amplia y la tez aperlada.

En sus brazos, musculosos por el ejercicio, y dispuestos como lienzo, resaltan ríos de tinta que dan forma a un rostro femenino, una cruz sobre la que se lee Joe, su nombre en inglés, y Esther, una novia de la adolescencia; un dúo de guirnaldas y un corazón atravesado por una daga.

Se refiere a que en el pabellón de la muerte, una enorme y sombría mole gris, dividida en tres edificios, y protegida con mallas electrificadas y reforzadas con rollos de púas que parecen navajas, los prisioneros sobreviven en aislamiento e inactividad.

José Ernesto habita en el nivel 1, el de los menos conflictivos, y permanece encerrado en una celda de 3 metros por 2, durante 22 horas al día, de lunes a viernes; y las 24, los fines de semana.

Esas celdas están selladas con puertas metálicas, tienen una rendija para pasar los alimentos y una microventana que permite apenas la entrada de luz solar. En su interior hay un camastro, sanitario, lavabo y luz artificial.

Mientras que él puede disponer de libros, revistas, radio, cafetera, abanico, hojas y su inseparable máquina de escribir, los del nivel 2 y 3 "los indisciplinados o que atacan a los custodios" tienen prohibidos estos "privilegios" y sólo se les concede salir una hora al día, a la semana, o en meses.

Casi la mitad de la vida de...

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