El pastor conciliador

En un mensaje a la comunidad religiosa como nuevo Arzobispo de Monterrey en diciembre del 2012, Rogelio Cabrera López reconoció que el desafío era muy grande para él que venía de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, más pequeña.

Aquí se encontraba con una urbe de casi 5 millones de habitantes y una Iglesia fuerte y en crecimiento.

"Les dije a los sacerdotes que la de Monterrey era una Iglesia que va a gran velocidad y que debía subirme y agarrar el paso", dice el evocar aquellos primeros días en la Ciudad en su nuevo cargo.

"Me siento bien", agrega. "Si alguno creyó que no estaba a la altura creo que ya es más indulgente conmigo".

Monseñor sonríe. Casi siempre lo hace tras decir algo, lo que contrasta con su imagen adusta y hasta severa. Su mirada, sin embargo, denota la afabilidad de un hombre que busca todo el tiempo la armonía.

Esto lo ha proyectado desde que llegó aquel año en que los índices delictivos en el Estado empezaron a bajar, que no a desaparecer. Dice Cabrera que encontró una sociedad que apenas volvía a salir y recuperaba la actitud positiva.

"Pero sé que la paz es efímera siempre, tenemos necesariamente estas subidas y estas bajadas", comenta. "(La paz) no es una línea recta ni siquiera ascendente, porque como decidimos en el lenguaje popular, cualquier día salta la liebre.

"Esto requiere que permanentemente estemos ocupados para mantener la tranquilidad social".

El Arzobispo ha realizado su parte. Desde su llegada, este hombre de 66 años ha hecho del compromiso social un sello, él que sabe lo que es administrar diócesis en zonas complejas como Michoacán y Chiapas.

Así, durante este tiempo ha ido a los penales, atendido a familiares de desaparecidos y víctimas de la violencia, y se ha referido a la corrupción y al hartazgo ciudadano.

Lo anunció desde su llegada: "Seguiré luchando por lo que yo creo y estoy convencido, sin olvidar que yo soy sacerdote".

Agregó: "La gente nos va diciendo por dónde tenemos que irnos".

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El Arzobispo acaba de estar en el Penal de Cadereyta el pasado 9 de abril, escenario de conflictos recientes. El Jueves Santo lo pasó con internos de Apodaca y hoy estará con los del Topo Chico.

Para él no es inusual. Desde que es obispo hace 20 años visita centros penitenciarios, siempre con palabras de aliento y afecto.

Para Rubén, su hermano menor, esto no es extraño:

"Es bondadoso", asegura el también sacerdote, párroco de San Judas Tadeo y de la Santa Cruz en Juriquilla, Querétaro.

"Nunca lo he visto...

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