El pastor del poder

AutorDenise Dresser

Todo lo que Norberto Rivera ha ocultado, tapado, negó. Quizás lo que más ha sorprendido y más duele no es que Maciel -y otros sacerdotes- haya abusado de menores, sino que el cardenal lo sabía y lo encubrió. Rivera estaba al tanto de su historia y la negó. Permitió que él y otros continuaran abusando, molestando, violando, saltando de parroquia en parroquia, de estado en estado, de país en país. A pesar de la primera visitación papal a la Legión para investigar los presuntos abusos sexuales de Maciel en 1956. A pesar de los reclamos reiterados de sus víctimas a lo largo de los años. A pesar de los reportajes de Canal 40 que le costaron el retiro de la publicidad empresarial por parte de multimillonarios convertidos en apóstoles del legionario libidinoso. A pesar de la investigación en el programa "Círculo Rojo" de Carmen Aristegui y Javier Solór-zano. Ante la evidencia acumulada de comportamiento criminal por parte del clérigo siguió la cerrazón orquestada. La negación institucionalizada. La evasión practicada por quienes prefirieron cerrar los ojos y vender el alma. Como tantos con los que Norberto Rivera se codeó y a quienes protegió.

Como tantos clérigos que se convirtieron en cómplices a través de la aceptación pasiva. La mirada esquiva. La preocupación por el ascenso y la carrera, y el puesto y la reputación. La solidaridad institucional por encima de un sentido mínimo de humanidad o un entendimiento básico sobre la justicia. El pastor del poder lo sabe, lo entiende. Dentro de la cúpula del catolicismo hay quienes todavía se creen intocables e irreprochables, más allá de la ley y sus sanciones. Quienes piensan que los pederastas no necesitan castigo sino rehabilitación, y que no es necesario procesarlos sino perdonarlos. Quienes no están lo suficientemente enojados con lo ocurrido ni han desplegado un remordimiento creíble. Norberto Rivera carga con ese peso.

En su libro Papal Sin: Structures of De-ceit, el escritor católico Gary Wills argumenta que el abuso sexual cometido por clérigos ha demostrado tres cosas: 1) la crisis de la Iglesia no está confinada a la pederastia y no se resolverá atendiendo nada más ese problema; 2) la crisis se debe fundamentalmente a la ausencia de una rendición de cuentas del mundo eclesiástico al mundo laico; 3) hay una corrupción endémica en la jerarquía de la Iglesia causada por la secrecía, la negación y la docilidad a las directrices del Vaticano. La respuesta de la Iglesia ante el escándalo revela su...

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