Pautas de sangre

AutorSamuel Máynez Champion

Pero, ¿quién es el personaje y de qué se le acusa? Comencemos por la manera en que muere, pues con ella nos haremos una idea precisa de las perturbaciones de su psi-quis. No en balde su biografía ha dado pie para sonetos, cuentos, novelas, óperas y un dilatado etcétera.(1) Como asentamos, su defunción tiene lugar hace exactamente cuatro siglos, en el inexpugnable castillo de su propiedad en Avellino, provincia de Ñapóles. El sujeto casi nunca sale a la calle y vive dedicado por entero a la música, la que compone y la que escucha en las voces de cantantes contratados para que le den placer a él y a su segunda mujer. Hace un par de semanas que avino el fallecimiento de su segundo hijo y don Cario lo atribuye a un castigo divino por los pecados que ha cometido. A partir de entonces deja de bañarse e instruye a sus sirvientes para que lo flagelen cotidianamente. Para tal efecto se desnuda de pies a cabeza y ordena que se utilicen látigos de cuero, que han de mojarse para que azoten eficazmente la piel. La leyenda refiere que las sesiones de azotes se acompañaban de música y que debían llevarse a cabo hasta que las heridas manaran sangre o hasta que llegara la pérdida de conocimiento, lo que sucediera primero.

Sin importar la acumulación de llagas, suciedad e infecciones, don Cario decreta que no ha penado lo suficiente y pide que las sesiones se intensifiquen, sin hacer caso a sus eventuales súplicas para detenerlas. Deben infligirse los mayores tormentos que el cuerpo aguante, los del alma él solo los padece durante sus largas depresiones y renovados insomnios. Es así que los sirvientes lo atan y dan prueba de obediencia ciega, el problema es que un día se les pasa la mano y, transcurrido un tiempo razonable para que vuelva en sí, advierten que el príncipe ya no lo hace.

En cuanto a la valía de su producción musical debemos anotar que Gesualdo es uno de los representantes más destacados del madrigal, género que, en la famosa Se-conda Prattica renacentista, había de darle una precedencia absoluta a la palabra sobre la música. En esto Gesualdo alcanza límites de obsesión maniaca. En su enfermiza musi-calización de textos poéticos, notamos que deforma cualquier atisbo de melodía con tal de lograr el énfasis sonoro que cada palabra amerita. En las poesías de sus obras, muchas de ellas también escritas por él, encontramos una tendencia reiterada a referirse al dolor, al llanto, a la crueldad, a las sombras y a la languidez.(2)

Expuesto lo anterior...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR