Por una paz de género

AutorRicardo Raphael

-¿Por qué dañar algo que es de todos si hay otras maneras para reclamar? -interroga el varón con falsa voz aterciopelada.

-Porque hemos intentado casi todo sin obtener nada -responde ella haciendo acopio de parsimonia.

Acto seguido el agitador dispone una avalancha de argumentos condescendientes para demostrar que esa mujer y las de su misma causa no están siendo racionales ni estratégicas, sino políticamente torpes y emotivas.

Si tan sólo supieran pedirle al presidente por las buenas -reza el subtexto-él concedería, porque es un hombre bueno, un hombre comprensivo, un hombre magnánimo, un hombre justo y un luchador ejemplar.

"En el pedir (de la mujer), está el dar (del hombre)" -murmura la más sincera convicción del agitador.

Un día después el habitante del Palacio Nacional dirige un mensaje similar: "(las feministas) se oponen a la moralización que nosotros promovemos y yo respeto su punto de vista, pero no lo comparto. Yo creo que hay que moralizar al país, purificar la vida pública y fortalecer los valores. No porque vienen a hacer una manifestación yo voy a renunciar a mis convicciones, si por eso luchamos, para lograr un cambio en lo material, en lo espiritual, pues respetamos esa visión pero nosotros vamos a seguir sosteniendo lo que creemos".

Ambas estampas, la del agitador you-tubero y la del presidente Andrés Manuel López Obrador, son una mina de significados relacionados con la ausencia de paz entre los sexos.

Sin duda, la peor de las violencias se expresa en los crímenes, en el acoso sexual y el hostigamiento contra las mujeres. Pero también se expresa en el discurso que quiere relativizar, moderar, ningunear, reducir o silenciar el reclamo, así como en el despliegue abrumador del poder político que interpela a las mujeres para reconvenirlas, estigmatizarlas o, de plano, combatirlas.

Aunque se intenten distinguir, en la realidad se trata de tres eslabones de una misma cadena. La expresión horripilante de los cuerpos mutilados de mujer no podría perdurar sin los silencios y la falta de empatía del poder masculino.

Rita Segato diría que toda violencia encuentra su primer origen en razones ligadas a la violencia de género y, por tanto, la paz sin adjetivos implicaría, como prerre-quisito, conseguir la paz de género.

Este es el argumento principal del movimiento disidente encabezado por un número creciente de mujeres jóvenes. Exigen empatía, que no paternalismo, desde Palacio Nacional. Rechazan el trato condescendiente que muchos...

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