El Pegaso en Palacio, símbolo de la liberación virtuosa

AutorArmando Ponce

En 1983, Tovar (1953-2013) publicó un primer texto con sus pesquisas-un verdadero estudio de la vida novohispana en el siglo XVII- en la revista Vuelta (no. 86) que dirigía Octavio Paz, quien a decir del autor "estaba fascinado por el juego de relaciones etimológicas, astrológicas y ontológicas que esto le presentaba".

Una versión más extensa de la investigación, ya como libro, apareció en 1986, y corregida y aumentada en 2007 la reeditó Renacimiento de Andalucía, España, en un hermoso volumen de 230 páginas para el cual tres destacados especialistas escribieron estudios introductorios: David Brading, José Pascual Buxó y Jacques Lafaye. Como apéndice, se incluyeron dos conversaciones sobre el tema con el autor, obra de la historiadora Guadalupe Lozada y de la poetisa Verónica Volkow.

En el volumen Tovar asentó:

"La escultura del caballo alado fue puesta en ese lugar porque se sabía que en el siglo XVII hubo una similar en la fuente que presidía el entonces Palacio Virreinal en el libro titulado El llanto de Occidente en el caso del más claro Sol de las Españas, relativo a las exequias del rey Felipe IV, impreso en 1666, de Isidro Sariñana, donde escribe: ‘Tiene este patio 50 varas en cuadro y en su centro, una fuente ochavada con su tasa y pilar de mármol que remata en un caballo de bronce'.

"El uso del emblema con fines políticos resultó frecuente en el siglo XVII. El caso más característico de Nueva España lo ofrece Carlos de Sigüenza y Góngora, pues utilizó un mismo emblema para la portada de sus libros: Pegaso y su mote Sic ituradastra (Así se viaja a los astros).

"(..) Para Sigüenza, según veremos, el Pegaso era el símbolo de su amor a la Patria. Pegaso, sobre una fuente en el Palacio, en la entraña del espacio político novohis-pano puede ser comprendido por un criollo del siglo XVII como signo de la liberación virtuosa ante la ambivalencia existencial del imperio español y su desgarradora condición ontológica e histórica. También, quizá, como una advertencia a los virreyes: gobernar con sublimidad e imaginación, sin el nerviosismo trivial de los moralistas puritanos que intentaban imponer los culposos intentos de reforma de los políticos asustados ante la decadencia del imperio en el que nunca se puso el Sol."

Igualmente, Tovar señala que Sor Juana Inés de la Cruz, entrañable amiga de Sigüenza, era también devota del Pegaso, que fue colocado en 1625, a resultas del motín de 1624, "la primera causa social exaltada en contra de la Nueva...

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