El personalismo y la (maleable) ética

AutorAgustín Basave

Su estrategia anticorrupción está viciada de origen porque parte de la premisa de que el fin depurador justifica los medios autocráticos. Y es que, de entrada, es un error sustentarla en personas y no en instituciones. La voluntad política es necesaria mas no suficiente. AMLO se dice decidido a barrer las escaleras por las que deambula mucha gente sin hábitos de limpieza que sigue arrojando basura a su paso; no se da cuenta de que si no hay sanciones a quien lo haga -e incentivos para limpiar- todo seguirá igual. Incluso si el virtuoso de la escoba porfía puntillosamente en su tarea el lugar permanecerá sucio, y más lo estará cuando le llegue el momento de irse. ¿Educación? Sí, pero con premios y castigos. Confiar en barrenderos providenciales es ignorar la condición humana. AMLO pone, una vez más, al gran hombre sobre el sistema. Insólito: el defensor del pueblo suscribe el heroísmo a la Carlyle.

El voluntarismo ha llevado a AMLO a relegar la ruptura del pacto de impunidad en México. Como si no fuera evidente que la plaga de saqueadores no desaparecerá mientras el presidente que entra continúe cuidando las espaldas del que sale, le ha otorgado el perdón a Peña Nieto. Y no sólo a él. Escoja usted al corrupto al que más detesta: ¿está hoy en la cárcel o zanganea por la vida gozando su fortuna? Peor aún, varios personajes impresentables, señores de "arca" y cuchillo que se enriquecieron y sembraron el terror en sus dominios bajo el manto protector del PRI o del Verde, se han convertido en aliados directos o indirectos de AMLO. ¿Para qué enjuiciarlos si con ojos cerrados se aplacan y con cargos abiertos se aplican? No es la trayectoria sino la subordinación lo que cuenta. Van tres ejemplos contrarios: por insumiso, uno de los poquísimos políticos mexicanos honestos, Javier Corral, está recibiendo en su estado el mismo maltrato que en su momento le dio Peña; un activista social que milita en nuestra escuálida reserva moral, Javier Sicilia, es descalificado y desairado por su crítica; un intelectual íntegro y congruente, Gabriel Zaid, no es catalogado como "consecuente" porque no apoya a la 4T.

Todo esto tiene el mismo origen: la personificación de la causa. Los principios dejan de redimir por sí mismos porque encarnan en el redentor. La rectitud cede su lugar a la obediencia, la congruencia da paso a la disciplina. No se confía sólo en la incorruptibilidad sino también, y primordialmente, en la infalibilidad. Es una paráfrasis del dictum del...

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