Ni un peso al Teletón

AutorJohn M. Ackerman

Si Azcárraga y Slim quieren ayudar a los niños discapacitados, que lo hagan con su propia fortuna, sin chantajear a la población mexicana, sin evadir impuestos o desperdiciar dinero en costosos circos mediáticos. Y si los ciudadanos del país se sienten comprometidos a respaldar a los menos favorecidos, existen miles de formas de apoyar directamente a los vecinos, familiares, amigos o colegas en problemas sin tener que pasar por los malos oficios de Televisa y Telcel.

Existe, sin duda, una grave crisis humanitaria en México. Más de 50 millones de pobres no tienen suficientes ingresos para satisfacer sus necesidades básicas. La situación de los niños discapacitados o con cáncer es particularmente escandalosa ya que el colapso de los servicios públicos durante la larga noche neoliberal los ha dejado en un estado de total abandono.

Sin embargo, la solución no se encuentra en reemplazar la responsabilidad del Estado para atender a los más vulnerables con las limosnas de las empresas monopólicas del país. El artículo 4 de la Constitución señala sin rodeos que "toda persona tiene derecho a la protección de la salud". El hecho de que el gobierno no cumpla con esa tarea se debe precisamente a oligarcas como Azcárraga y Slim. Dejemos de alimentar a los monstruos que generan nuestra desgracia y trabajemos juntos para lograr un nuevo régimen donde el Estado cumpla con sus obligaciones.

Los oligarcas y sus empresas utilizan una infinidad de exenciones, trucos y paraísos fiscales para reducir al mínimo sus contribuciones al Estado. También intervienen en la política nacional para garantizar la continuidad de las políticas neoliberales que dan la espalda a los discapacitados.

Además, los dueños del país reciben contribuciones millonarias del Estado por medio de la contratación de publicidad gubernamental y obras públicas, así como con el otorgamiento de generosas concesiones para la explotación de recursos nacionales y del espectro radioeléctrico. En lugar de pedirnos donar dinero a los más ricos, nosotros deberíamos exigirles a ellos que contribuyan al desarrollo nacional.

En un Estado democrático, todos tenemos la obligación de contribuir para resolver las necesidades generales de la población. En particular a los más afortunados corresponde contribuir con el sector público para que el Estado pueda invertir en servicios indispensables para el desarrollo nacional, como carreteras, drenaje, salud, educación, atención a discapacitados, etcétera.

Pero en un...

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