Pobres y migrantes en su propia patria

AutorVerónica Espinosa

BARRETOS, GTO.- Cristina abre la reja y cruza el patio de la estancia caminando muy despacio hasta donde está su hijo jugando con otros niños. Se deja caer en la primera silla que ve; el cansancio está en sus pies, en su cuerpo, en sus ojos.

Son las seis de la tarde y acaba de dejar el campo donde corta chiles desde hace más o menos un mes. Normalmente comienza a las siete de la mañana y termina a las cinco de la tarde. Pero como llovió en la mañana, comenzaron hasta las nueve.

"Hoy no tengo ganas de cortar", murmura mientras mira sus pies descalzos. Aun así alcanzó a llenar ocho arpillas con chiles; en días mejores suelen ser 10 o más.

Originaria del poblado de San Jerónimo, en Tlacoachistlahuaca, viajó a esta comunidad perteneciente a León en su recorrido con el grupo de migrantes agrícolas guerrerenses que, más o menos entre abril y julio, trabajan en estas y otras tierras de Guanajuato desde hace ocho años. Ella ha venido los últimos cinco o siete años.

En la mano, Cristina trae una bolsa de plástico con fármacos que le dio un médico de la Secretaría de Salud estatal. Una brigada llegó este día (martes 18 de junio) al campo y pudo revisar a varios jornaleros y jornaleras. A ella le recetaron Fluoxetina y Soltrim. El primero es un antidepresivo: "Es que a veces me entra como miedo o algo así".

-¿Miedo de qué? -No sé... por tantos corajes. La mujer está instalada con su pareja y su hijo en un campamento en esta misma comunidad de Barretos. No tiene papeles y no los ha conseguido por una razón: "No me acuerdo cuándo nací".

Algunas familias se juntaron para rentar una bodega, pero la de Cristina y otras cuatro o cinco no alcanzaron lugar o no tuvieron para pagar, así que levantaron sus tiendas con techos de hule azul y negro a un lado del galerón, donde descansan en las cobijas sobre la tierra y el pasto.

En la tienda apenas caben los tres. Hay un garrafón de agua medio vacío, una pelota de plástico verde, un par de cobijas, algo de ropa. Otro plástico cubre a medias algunos trastes y el montón de leña de un rudimentario fogón.

Algunas familias llegaron antes que el grupo de Cristina y se salieron de la bodega porque los primeros días no tuvieron agua ni luz. A unos metros, en un tinaco negro con logo de la Secretaría de Desarrollo Social (ahora Secretaría del Bienestar) y su eslogan del sexenio pasado, inalcanzable: "Vivir mejor". A veces llena ese tinaco una pipa que manda el gobierno municipal de León.

En la bodega se quedan algunas mujeres, como...

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