El poder subversivo del arte (Primera de dos partes)

AutorJorge Sánchez Cordero

El Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) albergará hasta agosto una excelente exposición, El desafío a la estabilidad, que comprende el periodo artístico mexicano de 1952 a 1967 y está acompañada por un excelente libro/catálogo a cargo de Rita Eder. De esta manera, el MUAC, como espacio abierto y democrático, social y representativo, exhibe desde diferentes perspectivas la metamorfosis del vínculo entre las artes visuales y el poder político.

Con esta muestra la UNAM colma y cierra simultáneamente un ciclo de la mayor relevancia: Los pinceles de la historia. La arqueología del régimen (1910-1952) y La era de la discrepancia. Arte y cultura en México, (1968-1997). Como un componente importante en la articulación de nuestra cultura, estas exposiciones, desplegadas en el ritual del espacio del MUAC, reafirman a la Universidad Nacional en la intersección del conocimiento científico y el poder institucional. Le asiste a nuestra casa de estudios el mérito de haber asumido el compromiso de ofrecerle a la sociedad una retrospectiva de la significación de las artes visuales en el siglo XX mexicano y contribuir con ello a la construcción de la narrativa nacional, así como a enriquecer el protocolo del patrimonio nacional.

El arte posee su propia genealogía, su propia dinámica, su propia lógica y su propio futuro. El artista está determinado no tanto por su individualidad, sino por las necesidades de su tiempo, sugerentes de nuevas soluciones estéticas, que se resisten a la subordinación para sustraerse a los ciclos de la historia (Joseph Brodsky). El mérito de los artistas radica, precisamente, en hacer específico el tiempo de su época, en distinguir sus obras de las de sus predecesores y aun de las de sus pares. La fascinación del arte consiste en su aversión por la redundancia, para hacerlo adicto a la innovación. El arte está fatalmente destinado a crear nuevas realidades estéticas.

La ruptura

En su libro/catálogo Rita Eder abre nuevamente el debate en torno al concepto de ruptura. Corresponde a Octavio Paz (Tamayo en la pintura mexicana) la introducción en el ámbito nacional de la noción de fractura estética. Sin embargo, el contexto inicial en el que la empleó carece de contundencia: lo refería a la escisión del muralismo mexicano encabezada por un grupo de pintores, entre ellos Rufino Tamayo, María Izquierdo, Manuel Rodríguez Lozano, Carlos Orozco Romero, Antonio Ruiz y Julio Castellanos, quienes emprendieron la búsqueda de nuevas...

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