DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / No politizar

"-Tu mujer te está engañando". Así le dijo un oriental a su mejor amigo. (Nadie como los mejores amigos para dar noticias como ésa). El otro oriental preguntó hecho una furia: "-¿Con quién me está engañando?". "-Ignoro su nombre -respondió el oficioso informador-. Lo único que sé es que el tipo pertenece a la comunidad judía". De inmediato el mitrado oriental se dirigió a su casa y encaró a su mujer. "-Me dijeron -le reclamó indignado- que me estás poniendo el cuerno con un judío". Replica la oriental: "-¿Quién te contó semejante mishegass?". (En yiddish la palabra "mishegass" -o "meshugaas"- sirve para describir algo absurdo, sin sentido)... Don Chinguetas veía en el periódico las fotos de las guapísimas mujeres de personajes de la ciudad que no se caracterizaban precisamente por su clara inteligencia. Comentó, disgustado: "-Los hombres más indejos son los que tienen las mejores esposas". "-¡Caramba, querido! -exclamó conmovida doña Macalota, su mujer-. ¡Qué piropo tan lindo me acabas de decir!"... Yo no conozco a Andrés Granier. Lo he visto sólo una vez en la vida, la noche que recibí de sus manos el Premio José Pagés Llergo, entregado conjuntamente por el Gobierno de Tabasco y la revista Siempre! de la inteligentísima Beatriz Pagés. Recibí esa presea, por cierto, junto con Carlos Slim, Alejandro Solalinde y otros distinguidos mexicanos entre los cuales yo no me distinguía nada. El entonces gobernante tabasqueño me pareció un señor muy correcto. Soy tan distraído que ni siquiera me fijé en su traje, su camisa y sus zapatos, que luego darían tanto de qué hablar. Séame permitida una digresión de orden privado, ahora que todo mundo se opone a las privatizaciones. Tengo de la amistad un concepto tan alto que resulta ya anacrónico. Por encima de las debilidades humanas soy leal a mis amigos, sobre todo cuando han caído en la desgracia. Eso no siempre es bien mirado, pero a mis años un amigo vale más que la alabanza pública. Mi objetivo no es ser objetivo, sino ser humano, y sigo el paso en paz diga lo que diga el qué dirán. El reportero está obligado a la objetividad; el escritor puede darse el lujo de tener sentimientos. Si eso es pecado, entonces, como dice la canción, me confieso irredento pecador. Granier, sin...

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