De política y cosas peores / Prodigioso lugar

La linda chica le dijo a su papá: "¿Recuerdas, papi, que me prometiste que me regalarías un coche si llegaba virgen al matrimonio? ¡Pues te acabo de ahorrar una buena cantidad de dinero!"...Yo tengo muchos amores viejos. Y ahora tengo un nuevo amor. Se llama Acaponeta, un hermoso lugar de Nayarit. Su nombre tiene dos etimologías: del náhuatl una; del tepehuano la otra. Según la primera, "Acaponeta" equivale a algo así como "lugar junto al río". En tepehuano esa palabra querría decir "frijol que se enreda a la caña", o algo así. Para no meterse en líos los acaponetenses dicen que Acaponeta significa "Lugar junto al río donde el frijol se enreda a la caña". Santo y bueno. Yo fui a Acaponeta por dos razones: la primera, porque me invitaron; la segunda, porque jamás había estado ahí. A mí me gusta ir a dos clases de sitios: a los que he ido antes y a los que nunca he ido. Quiero decir que me gusta conocer nuevas tierras, y me gusta igualmente regresar a ellas. Tanto el descubrir como el volver son cosa grata. Si Colón estuviera aquí coincidiría conmigo. Acaponeta es abundante en dos cosas: pianos y en gladiolas. Los señores dicen con orgullo que ninguna ciudad de México tiene tantos pianos por número de habitantes como Acaponeta, y las señoras dicen, orgullosas, que en ninguna parte del mundo hay tantas gladiolas, y de aroma tan fino y acentuado, como en Acaponeta. Otros prodigios descubrí en ese lugar bello, aparte de sus calles empedradas, de su lindo templo parroquial y de su manso río que de vez en cuando se embravece: sus camarones, de sabor inefable, pues no son de mar, sino de estero, más unos insignes tacos que se llaman "de puerquito tatemado", de lechón cocinado al modo de una barbacoa, y unos churros que no son en verdad churros, sino una especie de buñuelos pequeñitos, suaves al paladar y capaces de endulzar el corazón y el alma. Lo mejor de Acaponeta, sin embargo, son los acaponetenses. Me tocó en suerte -¡qué buena suerte!- clausurar el festival de cultura que cada año se hace en la ciudad, y sentí el afecto cálido de esos mujeres y hombres que guardan la ufanía de su solar nativo. En él vio la luz de la vida y de la...

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