Presidente piromaníaco

AutorDenise Dresser

No es la primera vez que el descontento social se vuelca a las calles para reclamar, para manifestar su insatisfacción con el statu quo y buscar cómo cambiarlo. Basta recordar la turbulenta década de los sesenta: los asesinatos de John F. Kennedy, de Bobby Kennedy, de Martin Luther King. Los motines en muchas ciudades y múltiples universidades. La lucha -muchas veces violenta- por los derechos civiles. Las manifestaciones multitudinarias contra la Guerra de Vietnam. Batallas de sangre y fuego, muertos y heridos. Pero aun en los momentos más turbulentos de esa era, siempre hubo rutas institucionales de salida. El Partido Republicano y el Partido Demócrata lograron ponerse de acuerdo para firmar el Acta por los Derechos Civiles y hubo un acuerdo bipartidista para destituir a Richard Nixon. Había posibilidad de pactos, de negociación, de bomberos bipartidistas para apagar el fuego.

No es que los problemas hubieran sido resueltos desde entonces. Al contrario, la desigualdad, la confrontación racial, la concentración de la riqueza, la brutalidad policial han aumentado con el transcurso de los años y el paso de distintos presidentes. El racismo histórico, sistémico, estructural siguió ahí, siempre presente, siempre subyacente. Desenterrado por la presidencia de Barack Obama y la resaca reaccionaria que provocó. Donald Trump ganó la elección presidencial apelando a los peores demonios de la cultura estadunidense; triunfó montándose sobre el revanchismo de los racistas y ha buscado representarlos.

Por eso han aumentado los crímenes de odio durante su paso por ese poder. Por eso los linchamientos y los amedrentamientos a latinos, musulmanes, judíos, africanoamericanos. Trump entiende las divisiones y las explota políticamente. Polariza para atizar los ánimos de su base, para que se vuelque contra los "otros", los extranjeros, los enemigos. Ciudadano contra ciudadano, hermano contra hermano, piel contra piel. En un país que libró una sangrienta Guerra Civil porque una parte de su población quería mantener la esclavitud. Esa vieja herida no ha sanado y Trump se ha abocado a reabrirla, tuit tras tuit, decreto tras decreto, mitin tras mitin.

Su manejo de la pandemia también se ha enmarcado en la estrategia de la polarización. Estados Unidos hoy encabeza la lista de países con mayor número de defunciones. Más de 100 mil víctimas y el número sigue creciendo mientras Trump busca librar una guerra cultural y política sobre la reapertura económica, el uso de...

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