Presidente pugilista

AutorDenise Dresser

Como hizo en estos días con Alberto Athié, el valiente activista que denunció la pederastia clerical y ayudó a encararla. Como hizo en esta semana con Javier Sicilia, quien perdió un hijo a manos de la violencia criminal y ha promovido la paz, la justicia y la dignidad toda su vida. Ambos, criticados injustamente. Ambos, denostados deshonestamente. Ambos, víctimas de un estilo personal de gobernar basado en la creación diaria de supuestos enemigos del cambio, supuestos derechistas responsables de "golpes blandos" en puerta, supuestos privilegiados ahora resentidos. Los nuevos enemigos del pueblo contra quienes se vuelve necesario volcar la enjundia presidencial y el enojo de sus acólitos. Y así, pasamos a un escenario perverso, en el que la 4T agrede a quienes encabezaron luchas sociales y democráticas que le permitieron a la izquierda llegar al poder.

Que triste paradoja que la 4T defienda a Manuel Bartlett mientras arremete contra Alberto Athié. Que justifique a Jaime Bonilla mientras caricaturiza a Javier Sicilia. Que guarde silencio sobre Ricardo Salinas Pliego mientras grita en contra de las feministas que denuncian la violencia con pintas. Que descalifique a periodistas críticos mientras ensalza a periodistas domesticados. La incongruencia es el signo de estos tiempos, donde se impone la visión moral de un solo hombre al que sus seguidores consideran infalible, irreprochable, por encima de quienes fueron sus compañeros de lucha y le ayudaron -causa tras causa- a llegar a donde está. México visto y juzgado a través del cristal lopezobradorista, y en ese país el pueblo se contrapone a quienes son clasificados como corruptos o, de alguna manera, mo-ralmente inferiores.

De pronto, Alberto Athié, cuyo nombre es sinónimo de luchas por la justicia, por la transparencia y por la rendición de cuentas, es convertido en piltrafa humana, de los "meros meros" que simulaban proteger los derechos humanos como consejero de la CNDH. De pronto, Javier Sicilia, cuyo nombre será recordado por la paz que siempre ha buscado alcanzar, es convertido en adversario porque osa sugerir que la estrategia presidencial contra la inseguridad quizás merezca ser replanteada, a la luz de la debacle en Culiacán y la tragedia LeBarón. El presidente apunta un dedo flamígero hacia los dos, y después su tribu los canibaliza. Ante el reclamo, el presidente no escucha; embiste. Ante la crítica, AMLO no debate; denuesta. Tantos años de vivir a la intemperie, sujeto al peso...

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