Se prestan pa' la orquesta

BRYAN Y su esposa llegan al local temprano; es la segunda o tercera vez que van a un sitio así, "sólo por curiosidad", dice él.

El lugar, escondido al fondo de un bar común, abre viernes y sábados a las 21:00 horas, y se asemeja a un pequeño 'teibol', aunque en este caso la mitad de sus clientes son mujeres.

Se trata de uno de los clubes swingers de Guadalajara, cuyo boom se dio en el año 2000, según el director del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica de la UdeG, Francisco Gutiérrez.

Sin embargo, al menos un grupo con esa tendencia sexual ya había surgido en la década de los 70, y se reunía en un motel de Tlaquepaque.

Eso no lo sabe Bryan, quien para ingresar al club tiene que pasar por una puerta que no anuncia lo que hay del otro lado, luego de pagar 100 pesos por él y su mujer.

El hombre, de 36 años, encontró el club de intercambios por medio de internet, una plataforma en la que se anuncian otros lugares como el Luxor, Harem Club SW, Casa Factor SW, Club Open Mind y Sweet Club VIP, han aprovechado para difundir el movimiento swinger.

Ya no es como antes, cuando en la Perla Tapatía dichas prácticas se anunciaban en folletos clandestinos o revistas.

Ahora, en Facebook también existe una comunidad tapatía; y en Twitter, al menos seis cuentas se ostentan como parejas de intercambio.

En Fiesteros GDL, Bryan se da cuenta de que decenas de personas ya están distribuidas en mesas, dirigiendo su atención a la mitad del antro.

Ahí, en una diminuta pista con tubo y entre láseres multicolores, una delgada joven con un baby doll se contonea al ritmo del DJ. A las 00:00 horas ya suman al menos 50 los clientes.

Algunos miran a la chica con expectación y con morbo, mientras que otros aprovechan y cachondean con sus acompañantes.

También son estrujadas las empleadas del lugar, quienes se dejan querer sin remordimiento. Donde sea se pueden ver manos tocando genitales y pechos, mientras se baila, se bebe y se ríe.

Pero la estrella de la noche es una habitación que en el ambiente se conoce como Cuarto Oscuro; su nombre es literal: en el interior no hay luz.

"Puedes entrar cuando quieras y no tienes que avisarle a nadie", advierte uno de los meseros.

Ese sitio -de unos 30 metros cuadrados- es austero y poco ortodoxo; tiene sólo algunos sillones pequeños y paredes mal pintadas de negro. Pero es muy frecuentado, sobre todo por parejas maduras.

Para entrar no se tiene que tocar a la puerta ni pagar un peso extra; sólo se necesita valor, mentes...

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