La primera bala

AutorCarlos Montemayor

Al amanecer del 23 de septiembre de 1965, en el ayuntamiento chihua-huense de Madera, 13 guerrilleros pretendieron tomar el cuartel militar de la cabecera municipal. Su intención era hacerse de armas para remontarse a la sierra y desde ahí empezar una revolución, la primera en México de inspiración socialista.

La acción armada fracasó: ocho de los integrantes de esa guerrilla sin nombre murieron ahí mismo.

Pero algunas repercusiones del ataque todavía perduran. Desde entonces empezó la etapa de la historia conocida como Guerra Sucia, durante la cual muchos mexicanos -inspirados por aquel evento- se organizaron en guerrillas que tenían en la mira la construcción de un país socialista y eligieron la vía armada ante la imposibilidad de obtener cambios mediante las urnas.

Los ecos del asalto al cuartel de Ciudad Madera incluso llegaron, tres décadas después, hasta las montañas del sureste mexicano, donde el subcomandan-te Marcos reconoció como ejemplar e inspiradora la gesta de esos luchadores encabezados por Arturo Gámiz y Pablo Gómez.

A partir del ataque al cuartel de Madera, la historia del país tomó un rumbo. Uno que dio cuerpo a la izquierda mexicana y la llevó a transitar por el movimiento del 68, las guerrillas de dos décadas y la organización y resistencia de las sociedades urbanas ante los despotismos del poder autoritario.

Algo especial, pues, tuvo esa acción en Ciudad Madera que aún hoy, a cinco décadas, inspira, persiste en la memoria, se estudia, se analiza.

Proceso ofrece a continuación una serie de testimonios, reconstrucciones y análisis de aquel hecho que, pese a haber sido una derrota militar, encontró un lugar en la historia.

Agradecemos la generosa contribución que hicieron a este trabajo la maestra Alma Gómez, la historiadora Ángeles Magdaleno, la señora Susana de la Garza, viuda del escritor Carlos Montemayor, el historiador Jesús Vargas Valdés y el ciudadano Eusebio Vázquez Navarro.

Con el primer disparo -le ordenó Arturo Gámiz-, haz blanco en el foco. Será la señal para que ataquemos. Ramón Mendoza miró la primera barraca del cuartel. Del marco de la puerta pendía un foco encendido.

-Y que nadie salga vivo de aquella trinchera. Arturo comprobó la hora: 05:40 de la mañana. La oscuridad era muy densa aún. Ramón Mendoza se situó en su puesto. Salomón Gaytán y Arturo Gámiz avanzaron por el terraplén hacia una especie de muro que se elevaba ligeramente junto a la vía del ferrocarril. Ramón apuntó hacia el foco; mientras cubría la mira con el grano del revólver sintió que estaba a muy corta distancia. Se volvió a mirar hacia atrás; por un momento vio el quieto brillo de las aguas en la laguna. Revisó la puerta de salida y la trinchera que debía mantener bajo control. Volvió a apuntar y disparó. El foco estalló, y como un eco del tiro comenzó a escuchar las detonaciones provenientes de los sitios donde sus compañeros se habían apostado para atacar las barracas del cuartel. Cuatro en la Casa Redonda: Florencio Lugo y Lupito Escóbel*, Martínez Valdivia y Óscar Sandoval; cuatro entre la iglesia y la escuela: Pablo Gómez, Antonio Escóbel,* Miguel Quiñones y Emilio Gámiz. Paco Ornelas solo, por la casa de Pacheco. Y tres ahí, en el terraplén de la vía del ferrocarril. Escuchó los primeros estallidos de granadas y bombillos de dinamita que arrojaron Arturo Gámiz y Salomón Gaytán. Le sorprendió sentir un súbito silencio en las dos barracas del cuartel, como si se hubiera...

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