Entre la privatización y el abandono, las sedes olímpicas de México

AutorRaúl Ochoa

La suerte ha jugado diferente para las siete sedes deportivas que fueron construidas hace 50 años ex profeso para los Juegos Olímpicos de 1968. Sólo cuatro de ellas operan con cierta regularidad bajo los objetivos que les dieron origen. Las tres restantes yacen entre el olvido y la privatización.

El Polígono de Tiro en el Campo Militar 1, la Sala de Armas en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, la Alberca Olímpica Francisco Márquez, el Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera, la Pista de Remo y Canotaje Virgilio Uribe, el Velódromo Olímpico Agustín Melgar y el Palacio de los Deportes son parte de los 27 inmuebles que albergaron la justa internacional. El arquitecto Luis Martínez del Campo, quien fue el director de las instalaciones olímpicas de México en 1968, asegura en entrevista que los siete inmuebles fueron concebidos bajo una consideración básica: que después de las olimpiadas esa inversión se reflejara en favor del deporte, de la juventud mexicana de la Ciudad de México y para la formación de futuros atletas nacionales.

"Son instalaciones que fueron pensadas para que duren muchísimo tiempo, amortizando una inversión que fue muy buena porque no había dinero que pagara toda la propaganda que México obtuvo en aquel momento ante 600 millones de televidentes en el mundo", expuso.

La construcción de las instalaciones olímpicas estuvo a cargo del comité organizador que creó la Dirección General de Instalaciones Deportivas. Sin embargo, el Departamento del Distrito Federal publicó en 1972 el acuerdo número 782 con el cual eliminó la Dirección de Instalaciones Olímpicas.

De esa manera, la administración de los mencionados inmuebles pasó a ser responsabilidad de la Dirección General de Acción Deportiva. Un año después entró en vigor la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal con la cual desapareció la Dirección General de Acción Deportiva y dejó en manos de los gobiernos delegacionales la responsabilidad de los recintos olímpicos.

"Son obras imperecederas. Son como el Estadio Azteca, en el que tuve la oportunidad de intervenir en el proyecto y en la obra. Lo único que puede acabar con los recintos deportivos es la demolición o un terremoto. Si se les da mantenimiento, si se les actualiza, todas las obras pueden seguir funcionando", dice el arquitecto que hace 50 años coordinó el funcionamiento de los inmuebles para las olimpiadas.

Transformación de las sedes

El Palacio de los Deportes, inaugurado en 1968 para los partidos de...

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