La promesa incumplida del voto

AutorMarta Lamas

Cano registra la amplia movilización de principios del siglo XX: Además del Primer Congreso Feminista de Yucatán (1916), entre los años 20 y 30 se celebraron el Primer Congreso Feminista de la Liga Panamericana de Mu-jeres (1923), el Congreso Liga de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas (1925), tres congresos nacionales de Obreras y Campesinas (1931, 1933 y 1934), un Congreso sobre Prostitución (1934), y finalmente, en 1935, se formó el Frente Único Pro-Derechos de la Mujer.

Tal activismo fue un elemento decisivo para que en 1937 el general Lázaro Cárdenas, entonces presidente, enviara al Congreso de la Unión una iniciativa de reforma al artículo 35 constitucional que establecía el derecho de las mujeres a participar de igual manera y en las mismas condiciones que los hombres en procesos electorales como candidatas y votantes. Tanto la Cámara de Diputados como la de Senadores aprobaron la iniciativa presidencial, pero ésta quedó sin efecto al mantenerse congelada, según unas personas, por la burocracia legislativa, y, según otras, por el temor de que las mujeres votasen conservadoramente.

En 1947, durante el gobierno de Miguel Alemán, se estableció el sufragio femenino a nivel municipal, y en 1953, durante la gestión de Adolfo Ruiz Cortines, se hizo a nivel federal. Hay una versión simplista de la historia que ofrece la imagen de Ruiz Cortines como el caballero que concedió el voto femenino. Para nada. Así como no hay que creer que por carecer del derecho al sufragio las mujeres estuvieron al margen de la vida política durante la prime-ra mitad del siglo XX, tampoco hay que pensar que no hubo hombres progresistas que apoyaron la causa igualitaria.

Uno muy destacado fue Salvador Al-varado, con cuyo respaldo se celebró el Primer Congreso Feminista en Yucatán en 1916; con Felipe Carrillo Puerto, entre 1922 y 1924, hubo en Yucatán mujeres del Partido Socialista del Sureste ocupando diputaciones locales, además de un cargo de elección en el ayuntamiento de Méri-da; entre 1924 y 1925 Rafael Nieto, en San Luis Potosí, otorgó derechos políticos a las mujeres que supieran leer y escribir; y con César Córdoba, en 1925 en Chiapas, tuvieron derecho a participar en los comicios municipales y estatales. Además de esos enormes avances en algunos estados, indudablemente el general Lázaro Cárdenas comprendió bien lo que prometía el sufragio femenino: la igualdad política entre mujeres y hombres.

Cano subraya que, a diferencia de la mayor parte de los...

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