Propaganda y objetividad

AutorJohn M. Ackerman

Una de las columnas vertebrales de la ideología (neo)liberal dominante desde hace décadas en nuestro país ha sido precisamente el establecimiento de una separación radical entre el objeto y el sujeto. Para ser un buen académico o periodista supuestamente hay que ser "objetivo". Y para ser un buen ciudadano uno debe sobre todo cuidar y expresar su "subjetividad" de manera individualizada.

Pero la objetividad no existe. Nuestras percepciones del mundo son resultado de una construcción mental siempre pre y sobre-determinada por nuestra intensa y profunda historia, sociedad, lenguaje, ideología, experiencias y sicología. Es simplemente imposible escaparnos de nuestra envoltura para percibir al mundo desde "fuera" en su estado "natural" u originario.

Nadie lo ha hecho jamás. Ni los científicos más brillantes y capaces, ni los chamanes, poetas o curas más inspirados han logrado percibir al mundo de manera plenamente independiente y autónoma.

Pero tampoco existe la subjetividad. Nuestro "yo" es apenas el resultado, un efecto, un epifenómeno que surge a partir de una conjunción de fuerzas, contextos e historias fuera de nuestro control. Nuestra voluntad es siempre relativa, nunca absoluta u originaria. Nuestros pensamientos jamás son plenamente originales, sino apenas síntesis y mezclas innovadoras, o no tanto, de ideas ya en circulación.

El lenguaje es el gran determinante de la subjetividad. Es imposible pensar, o siquiera existir como ser humano, sin nadar en este mar de sentidos y significados producidos por siglos de acciones y comunicaciones colectivas.

Pero en lugar de abrazar la intensa complejidad del posicionamiento del humano en el mundo, la ideología (neo) liberal prefiere simplificar y reducir la realidad. Precisamente aquello de que los (neo)liberales acusan a los "populistas", de simplificar la acción política entre "buenos" y "malos", es lo que hacen los neoliberales al separar de manera radical y superficial el sujeto y el objeto, la justicia y el derecho, la ciencia y las humanidades, la reflexión y la acción.

El trasfondo político de esta lógica es transparente. Se busca separar el ser humano simultáneamente tanto de sus compromisos éticos como de sus vínculos sociales. El dogma dominante durante las últimas tres décadas dice que hay que analizar la realidad de manera seca, desinteresada y sin preocuparnos por las implicaciones sociales o políticas de nuestras investigaciones. Simultáneamente, nuestras acciones deben desplegarse...

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