El purgatorio está lejos de las fronteras europeas

AutorIrene Savio

HAMDALLAYE, NÍGER.- Para Ahmed Cauf Roble el rescate de los guardacostas libios fue su mayor derrota. "Estábamos en el mar, casi a salvo, lejos de Libia y en dirección de Europa. Entonces llegó la Guardia Costera libia y nos capturó. Saltaron dentro, nos pegaron y nos llevaron de nuevo a Libia. Nadie pudo hacer nada", cuenta este joven estudiante etiope de 21 años.

Unos días antes Ahmed estaba en uno de los centros ilegales de detención libios, en Bani Walid, en el distrito de Mis-rata. "Nos pegaban todos los días para que les pagáramos los 14 mil dólares que querían a cambio de nuestra libertad, la de mi mujer y la mía", relata y se ahorra detalles de cómo fueron esas interminables horas de torturas. "Como no teníamos esa cantidad, nuestras familias tuvieron que esperar a poder juntar el dinero también de la gente de nuestra comunidad", cuenta.

En la desdicha de Ahmed, que comenzó en Etiopía tras la represión contra las protestas estudiantiles de 2016, se mezclan kilómetros de camino en el desierto, milicias descontroladas, tres cárceles de horrores, subastas de personas como si fueran ganado, las balas y las bombas de una guerra civil que repentinamente se volvió a encender y el sueño de alcanzar, junto a su esposa de 19 años, un destino seguro en Europa. Anhelo que aún no ha logrado.

Jamila habla en susurros; suspira. Los ojos se le encogen. Las venas le laten en el cuello. Y finalmente se quiebra cuando se le pregunta por las torturas que ha vivido en un centro de detención de las milicias en Libia.

"A los que no podíamos pagar (la extorsión exigida por los milicianos), nos pegaban con tubos de hierro o nos cubrían el cuerpo con azúcar y nos ataban a unos palos a la intemperie, desde muy temprano en las mañanas hasta la medianoche... para provocarnos quemaduras de sol y que los insectos nos atacaran", explica la somalí en el centro de tránsito para solicitantes de asilo de Hamdallaye, a 40 kilómetros de la capital nigerina.

Han pasado casi tres años desde que huyó de los Al Shabab. El grupo yihadis-ta somalí había asesinado a su cuñado y amenazado a su marido. Así un día -"era miércoles", recuerda la mujer, cuyo nombre fue cambiado, por motivos de seguridad- emprendió la ruta, partiendo de la ciudad de Kismayo, en la sureña región de Jubaland, con destino Libia.

Allí, después de ser violada y sujeta a vejaciones de todo tipo en las prisiones ilegales de las milicias libias y tras un intento de cruzar el Mediterráneo -también repelido...

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