A mi querida esposita, Rocío Gómez Tagle López. A l@s enfermer@s de México y el mundo

Si me amaste y fuiste feliz a mi lado por mi honestidad, por mi compromiso en el trabajo, por mi compromiso con mi familia y por el infinito respeto que en mí despertaste al grado de decir a tu mamá, ante tu féretro que jamás, en toda mi vida, te engañé, que nunca tuve amante alguna, ¿por qué -imagino que me preguntas- debo sentir una profunda pena por mí mismo?... te respondo, esposita, que tuve una enorme carencia como hombre, como pareja, como padre; carecí de PODER.

¿Sabes por qué lamenté la carencia de algo (el PODER) que tú y yo despreciamos siempre sabiendo que sólo era una necesidad propia de mentes materialistas, banales, ególatras y superficiales? porque nunca imaginé que sería necesario hasta que ingresaste el día 7 de abril del 2018 aproximadamente a las 2:30 PM a la clínica del ISSSTE en la colonia Jiménez Gallardo de la ciudad de Toluca al área de urgencias con un fuerte e intenso dolor que ni tú ni yo imaginábamos lo que significaba. Entonces lamenté no tener nombre, apellido o cargo que pesara, que tuviera PODER. (Hablo del PODER porque especialmente las enfermeras que no te dieron la atención adecuada y quienes no me llamaron para estar a tu lado el tiempo necesario y continuo en tus últimas horas conscientes en este mundo, habrían tenido una actitud diametralmente distinta ante un apellido o cargo administrativo poderoso).

Tú, una psicóloga brillante, una mujer que tuvo siempre para los demás una sonrisa, un comentario positivo y que jamás habló de alguien en forma ofensiva, mentirosa o insidiosa, tú, mi esposita adorada, precisamente tú que atendiste con dedicación y con profesionalismo a tus niños con discapacidad como psicóloga de Educación Especial y que sólo supiste sembrar amor tanto entre tu familia como entre los alumnos y que por lo mismo merecía un final lleno de atenciones y sobre todo de la calidez familiar, cuando me necesitaste más que nunca, tuviste que pasar tus últimas horas sola y sin la atención que merecías y lo peor, entre enfermeras indiferentes a tu necesidad y de quienes con gran dificultad para hablar me dijiste que no te hacían caso cuando les hablabas y que además en las miserables 3 veces que permitieron a tu hija y a mí pasar a verte en las primeras 25 horas de estancia en urgencias nos corrieron y no nos dejaron estar ni 5 minutos contigo en cada una de esas 3 ocasiones...

Sé que no todo estuvo mal, afortunadamente los médicos hicieron todo lo posible por ti; la última vez que escuché tu voz ya no tenías ese intenso dolor. Eso, a los médicos, se los agradezco infinitamente. El fuerte resentimiento de nuestra hija y mío, te explico, es con quienes te atendieron las primeras horas pues no nos dijeron lo delicado de tu situación, de otra manera, lo sabes, con o sin permiso habría estado contigo todas las veces que fuera posible. Cuando me enteraron de tu gravedad, ya no estabas en posibilidad de contestarme.

Ahora, a más...

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