Pedro Ramírez Vázquez. La arquitectura de México para el mundo

AutorRoberto Ponce

Sereno, cordial, Javier Ramírez Campuzano recibe a Proceso con ligera sonrisa en el salon-cito que mira al jardín posterior de la amplia casa estudio "Pedro Ramírez Vázquez y Asociados" en el Pedregal de San Ángel, donde la figura de su padre dibujada en tamaño natural abre las puertas cual preludio de hondas evocaciones por el genial arquitecto mexicano tras su partida.

Ya pude dormir un poco, me siento mejor -dice Ramírez Campuzano, también arquitecto-, pero como hay tantos amigos que me están pidiendo otra misa en honor a mi papá, creo que le ofrendaremos una más la semana entrante.

Brinda un café matutino al reportero quien saca la grabadora. Su voz suena gentil:

"No sé si lo que diga tenga un valor auténtico, testimonial, pues soy orgullosa-mente su hijo."

Por doquier emergen los recuerdos de su padre: en las estatuillas de barro que reproducen caritas sonrientes de "ídolos" prehispánicos; en los carteles y tomos de la XIX Olimpiada México'68, en las estatuas de cristal que diseñó, y hasta en el boceto a lápiz de un campesino firmado por Diego Rivera.

"Mi padre tuvo una relación muy cercana con Guadalupe y Ruth Rivera Marín, entre miles de cartas que escribió guardo una nota enviada por Diego agradeciendo a papá haber externado sus respetos a la muerte de Frida, es un acervo bárbaro de correspondencia que sostuvo con un mundo de personajes que conoció en su larga vida.

"La primera vez que me impactó fue cuando como presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos vi mostrándole al general Charles De Gaulle, quien organizaba los de invierno en Gre-noble por febrero de 1968 una exposición de arte precolombino mexicano que papá llevó a Francia. Me tocó su convivencia fraterna con personalidades de aquellos años: jeques y miembros de la Academia de Marruecos, Henry Kissinger, Jacques Soustelle, Neil Armstrong o celebridades de México como sus grandes amigas Dolores del Río y Silvia Piñal, uno de los últimos iconos que existen" e insiste:

"Mi testimonio no puede ser objetivo pues como hijo sobredimensiono a mi papá, me tocó vivir con él experiencias impresionantes y justo en la iglesia de Santa María en el Pedregal me permití decir que él fue... -duda-fue mucho, osea, hay muchas facetas para un hombre que sin hacer deporte le organiza una Olimpiada y proyecta su sede al COI de Suiza, un ser preocupado por la educación..."

Ramírez Campuzano refiere que cuando lo conoció José Vasconcelos, "ya mayor", le dijo: "Veo, muchacho que te interesa la educación, te obsequio mi libro De Robin-son a Odiseo (1953) ahí vas a encontrar muchas cosas", y mi papá lo leyó, y se interesó tanto en la realidad del país que concibió el aula casa-rural prefabricada con apoyos de don Jaime Torres Bodet (ver recuadro), o de "un presidente culto y visionario, Alfonso López Mateos, y del secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena y creó las obras para la Ciudad de México con un regente como Uruchurtu, o del arqueólogo Ignacio Bernal, con gente de esa estatura no había manera que nada le saliera mal, así que no puedo ser objetivo". Y, sin embargo:

"No podemos olvidar que mi papá fue un ser humano; pero supo observar, concebir, integrar equipos y crear, siempre ávido de aprendizaje y de enseñanza, para...

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