La raza

AutorFabrizio Mejía Madrid

El Cristóbal Colón que conocemos nació en las conmemoraciones del cuarto centenario del "descubrimiento" de América, en 1892. Los países se regalaron estatuas que no se parecían una a la otra, con un almirante que lleva en sus manos espadas, cruces, astrolabios, pergaminos y que señala hacia el Oriente. Colón se va quedando en medio de las glorietas de las ciudades. Sólo hay tres retratos y ninguno es realmente él.

Uno, el que cuida el Metropolitan de Nueva York, firmado por Sebastiano del Piombo, el guardián de los sellos del Papa en 1531. Originalmente se llamó "Retrato de un hombre". Se trata de la imagen de un comerciante con un sombrero flamenco y, salvo por una inscripción a un lado hecha con posterioridad, no hay mar, ni barcos, ni mapa de América. Los otros dos: el del Museo del Mar en Génova, pintado por Domenico Ghirlandaio Bigor-di (1476), y el que el obispo Paolo Giovio encargó a un pintor anónimo en 1553, son las imágenes de dos ancianos de cabello blanco vestidos como curas, de negro, y con la pinta del retiro y no de la deriva, la navegación y la aventura.

Colón no es pictórico, sino literario. Sin rostro, hay que llenar el nombre que aparece, de la nada, en un contrato del 17 de abril de 1492 entre los reyes de Castilla y Aragón y alguien que no lo firmó y que sólo es mencionado por el notario. El contrato le otorga beneficios "de lo que ha descubierto en las mares océanas", tres meses antes de que Colón zarpe. ¿Ya lo había "descubierto" antes incluso de partir? La historia del navegante que murió en casa de Colón quizás contenga la clave. Es Alonso Sánchez de Huelva que, según Garcilazo, era un portugués que sabía la corriente para navegar más allá de las islas Azores. Antes de morir, le da a Colón una prueba que, entonces, los reyes católicos toman para financiar la expedición: una pepita de oro.

Con "lo que ha descubierto", Colón zarpa hacia un mar, el Atlántico, que es portugués por un tratado de 1497. El notario se llama Juan de Coloma ("paloma" en varios idiomas) y eso puso a pensar a varios en que, realmente, no sabemos el nombre del almirante. Su figura nos llega a través de la crónica: la de Gonzalo Fernández de Oviedo en 1535, la de Francisco López de Gómara en 1552, la de su hijo Fernando y la de Bartolomé de las Casas que, escritas en el siglo XVI, no serían conocidas hasta el XIX. Las fechas de su nacimiento varían en 20 años, de 1436 a 1456. Las Casas hace la crónica sobre quién es antes de zarpar: es súbdito...

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