La rebelión de las audiencias

AutorJenaro Villamil

En julio de 2012 la empresa Parametría publicó una encuesta levantada en 800 hogares mexicanos para conocer el nivel de confianza en los medios tradicionales: prensa, radio y televisión. En esa primera muestra 55% admitió tener "mucha confianza/algo de confianza" en los noticiarios de la pantalla, y sólo 44% "poca confianza/nada de confianza". Fue el mes de las elecciones presidenciales. En las calles de las principales ciudades había irrumpido un movimiento social de jóvenes, la mayoría universitarios, que reclamaban la democratización de los medios masivos y, especialmente, el fin de ese "matrimonio por conveniencia" entre Televisa, la empresa emblemática del poder mediático en el país, y el candidato presidencial priista Enrique Peña Nieto. Se llamaron #YoSoy132, a tono con el lenguaje del trendig topic de Twitter.

Dos años después, en julio de 2014, la ecuación comenzó a cambiar: de 55% disminuyó a 37% el nivel de quienes tenían "mucha confianza/algo de confianza" en los noticiarios de la televisión, mientras que 62% admitió tener "poca confianza/nada de confianza". En ese mes se aprobó la reforma de telecomunicaciones, una de las grandes promesas del gobierno peñista y de los partidos que formaron el Pacto por México. Se presumió a nivel internacional como uno de los grandes logros de la nueva administración. La mayoría de los mexicanos ignoraba en qué consistían esos cambios legales que prometieron una mayor competencia y disminución en las tarifas de los servicios de telecomunicaciones.

Para enero de 2017 la debacle en la confianza de los contenidos informativos era total. La misma empresa midió que 83% de sus encuestados confiaba "poco/nada" en los noticiarios televisivos, mientras 81% declaró lo mismo frente a los programas noticiosos de la radio y 79% no confiaba en los periódicos. ¿Qué había sucedido?

Parametría explicó en su reporte que "la pérdida de confianza en los medios tradicionales de comunicación no es un fenómeno propio de México. La mayoría de los países presenta una baja de confianza que la ciudadanía tiene de la radio, la televisión y los periódicos. En este contexto, las redes sociales se han convertido en una herramienta que los ciudadanos usan cada vez más con mayor frecuencia para enterarse de los acontecimientos"(1).

En alguna medida, la tendencia al descrédito es generalizada en todas partes del mundo. De hecho, en Estados Unidos el magnate inmobiliario Donald Trump triunfó en las elecciones presidenciales de noviembre 2016 confrontándose con los medios más importantes del establishment americano y continuó su pleito durante los primeros meses de su mandato. En otras partes del mundo la caída en las audiencias de los medios analógicos es muy pronunciada. Y la desconfianza en los "medios establecidos" es equiparable con la irrupción de los ciberpasquines o de los sitios en internet dedicados a generar falsas noticias, rumores o simplemente burlarse de todo.

Sin embargo, en pocos países, como en México, el cambio ha sido tan drástico y vertiginoso para la propia clase política y tan crítico para las poderosas empresas televisivas que durante los años anteriores aspiraron a fundar un "monopolio de la opinión pública" gracias a la alta concentración de las concesiones en televisión abierta (Televisa dominaba 70% y TV Azteca 30% de las audiencias, la publicidad y los contenidos), a su dominio de la agenda informativa, a su influencia en los principales noticiarios de radio y a la sociedad con la mayoría de los periódicos.

La ecuación fue tan exitosa que, empoderadas, llevaron a Los Pinos a un joven e inexperto político del Estado de México, valga la contradicción, gracias a la magia mercadológica de la pantalla televisiva, al uso intensivo de la propaganda mezclada con espectáculo e información. En el gran logro vino la penitencia.

La misma empresa Parametría apuntó que 15 años antes (2002), en plena fiesta por la alternancia al estilo mexicano, con la llegada del PAN a la Presidencia de la República, el optimismo por las buenas cifras económicas; el auge de los reality shows, como Big Brother, que rompió récords de audiencias; 70% de los encuestados confiaba "mucho/algo" en los noticiarios de televisión y 58%, en promedio...

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