La rebelión del hartazgo

AutorAndrés Mourenza

ATENAS.- Hace tiempo que el agora de Atenas perdió su lustre. Desde luego, su imagen dista mucho de aquella plaza pública poblada por filósofos de la antigüedad. Desde hace años, el Mercado Popular Central -agora, en la moderna lengua helena- está de capa caída. El último lustro empeoró su declive: durante ese tiempo, la economía de este país mediterráneo ha sufrido la mayor recesión vivida por un país europeo fuera de épocas de guerra (el Producto Interior Bruto ha caído más de 25%).

Viejas señoras desdentadas gritan su mercancía a las puertas de este guirigay de puestos de carne y pescado, mientras un perro y varios vagabundos dormitan junto a las paredes desconchadas. Una moto recorre el interior, sorteando tullidos y cortando los charcos de agua y sangre de las reses. Los turistas del norte de Europa se tapan la boca y la nariz, pero no se sabe si les repugna más el espectáculo de carnes y visceras colgadas de un gancho o la pornográfica miseria que se percibe por las calles de Atenas.

Sin embargo, el carnicero Vangelis explica que las últimas dos semanas han sido de mucho trabajo: "No hemos parado de vender. Los canales de televisión han metido el miedo en el cuerpo de la gente y todos vienen a hacer acopio de alimentos".

Los últimos 15 días en Grecia han sido, desde luego, trepidantes. El gobierno griego estaba negociando con sus acreedores (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, conocidos como la Troika) un nuevo programa de ajuste a cambio de nuevos créditos con los que financiar su economía, porque desde hace cinco años tiene la puerta de los mercados internacionales prácticamente cerrada.

Pero, el 26 de junio, el Ejecutivo heleno, presidido por la Coalición de Izquierda Radical (Syriza), se levantó de la mesa: Según fuentes griegas, cuando parecía que las posturas se acercaban, los acreedores presentaron un ultimátum exigiendo recortes en pensiones y subida de los impuestos, al tiempo que rechazaban la propuesta griega de elevar la tasación sobre las grandes fortunas. El primer ministro heleno, Alexis Tsipras, que venció en las elecciones del pasado enero con un mensaje contrario a la austeridad y a los recortes sociales, alegó que las exigencias de los acreedores iban contra el mandato de las urnas y que, por tanto, debía consultar a su pueblo si aceptaba o no el acuerdo.

Así lo hizo, pero la convocatoria de un referéndum no sentó para nada bien a los socios de la moneda común ni al Banco Central Europeo (BCE), que decidió detener la inyección de fondos de emergencia. Ante el temor de que la huida...

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