La rebelión de las víctimas

AutorDavid Ernesto Pérez

SAN SALVADOR.- Desde lo más negro del estero una linterna alumbra. A todos los toma por sorpresa menos a Juan, quien sin tardar un segundo pone el dedo en el gatillo de su revólver y ordena: "¡Rápido, rápido!".

Dos hombres avanzan, dos más se tiran al suelo con los fusiles en ristre. Apuntan, se quedan quietecitos mientras la luz amarillenta avanza lento, lento sobre una lancha; la ven fijamente, contienen la respiración y... falsa alarma: es un vecino que decidió salir a pescar en esta noche en la que la inmensa Luna que cuelga del cielo lo ilumina todo.

Los integrantes de la autodefensa de la comunidad de pescadores ríen nerviosos. Les avergüenza haberse apresurado. Encienden cigarros.

La comunidad -cuyo nombre no puede darse a conocer por razones de seguridad- ha logrado lo que casi nadie en El Salvador: rebelarse contra las pandillas y vencerlas. Su osadía es extraordinaria en un país subyugado por el miedo. Está ubicada al final de una calle llena de grietas en la zona costera que comparten los departamentos La Paz, San Vicente y Usulu-tán, aproximadamente 60 kilómetros al sureste de esta capital. Tiene alumbrado público, la mayoría de casas están hechas de bajareque, láminas oxidadas, cartón y plástico. A la orilla del camino deambulan perros callejeros y cerdos.

Hora de pelear

Durante más de cinco años el Barrio 18 ocupó la zona como uno más de sus refugios para violar, torturar y matar a sus víctimas, así como para entrenar militarmente a sus miembros. En la corteza de los árboles todavía hay marcas de balas. También aparecen los "18", marcados con objetos filosos.

La pandilla perdió este feudo el día que telefonearon a Juan y le exigieron 5 mil dólares a cambio de no matarlo. Él es uno más de la comunidad. Vive de la pesca y la extracción de moluscos. Gana de dos a tres dólares diarios con los que mantiene a su esposa e hijos. Jamás había visto en su vida tanto dinero junto. ¿Cómo iba obtenerlo de la noche a la mañana? Uno de sus amigos le aconsejó negarse a pagar la extorsión. Un tercero lo respaldó. El cuarto lo terminó de convencer. Los cuatro decidieron que el momento de pelear había llegado.

"Ves como sufre la gente y no queda más remedio que defenderse", comenta Jorge, uno de los fundadores de la autodefensa.

Denunciaron las amenazas a la Policía Nacional Civil (PNC), que tendió una trampa a los criminales. Hubo capturas y tres pandilleros murieron en un supuesto tiroteo. Sucedió en noviembre de 2015.

La pandilla quedó...

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