Reflexiones sobre el combate al acoso

AutorMarta Lamas

En México las formas de abuso callejero son mucho más frecuentes, molestas y agresivas que las que viven las mujeres en otros países, pues aquí las aproximaciones y los requerimientos sexuales no deseados están entretejidos con un mandato cultural de la masculinidad muy machista. El costo de estas prácticas para las mujeres va desde restricciones a su movilidad hasta pasar miedos y malos ratos. "Quiero andar en el espacio público sin que se metan conmigo" es un reclamo legítimo de miles de mujeres, y el Gobierno de la CDMX ha emprendido una campaña para frenar estos "usos y costumbres" machistas que producen desgaste emocional, irritación y enojo. ¿Cómo erradicar el acoso callejero?

El abogado Duncan Kennedy señala que buena parte del abuso sexual en la calle es "disciplinario", en el sentido de que funciona para reforzar las normas sociales del patriarcado. Estas normas, insertas en los mandatos culturales de la masculinidad y la feminidad, desarrollan creencias acerca de "lo propio" de los hombres y "lo propio" de las mujeres y favorecen ciertas conductas. El mandato de la masculinidad en nuestra tradición cultural establece que le toca al varón manifestar su deseo y tomar la iniciativa.

Durante siglos este "arreglo" -los varones conquistan y las mujeres se dejan conquistar- ha implicado un conjunto de reglas -dichas y no dichas- con las que se construyen las interacciones de cortejo. Los hombres han importunado y perseguido sexualmente a mujeres -y también a otros hombres- en espacios laborales, domésticos y públicos. Esta conducta se ha expresado con violencia y abuso de poder, pero también sin violencia, como ocurre con ciertas formas de seducción y cortejo.

Tradicionalmente ha habido gran permisividad de la sociedad ante determinadas conductas tradicionales (usos y costumbres): los chiflidos, los comentarios verbales, los piropos. Sin embargo, otra parte del comportamiento masculino, la de los abusadores que dan rienda suelta a sus impulsos, es impropio y abusivo.

Kennedy usa el concepto de residuo tolerado para calificar cierta porción del abuso sexual que no se castiga. Ese residuo tolerado de abuso es un factor crucial en las vidas de las mujeres, en especial de las que transitan por el espacio público, y la mayoría de las mujeres, sufran o no los abusos, tiene algo que ganar con la eliminación del residuo tolerado.

Muchas feministas exigen al gobierno endurecer las penalidades contra los perpetradores de actos sexuales indebidos...

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