El regreso del Púas

AutorRaúl Ochoa

A 33 años de su retiro, Rubén El Púas Olivares, uno de los mayores ídolos en la historia deportiva de México, prepara una película o bioserie para contar su ascenso a la fama, anécdotas y los excesos que apagaron su brillante carrera pugilística.

El material con el cual intenta estar vigente ofrecerá detalles de su trayectoria. Se trata de un personaje que alcanzó dos títulos mundiales en los setenta en las categorías pluma y gallo, con ganancias de 2 millones de dólares, que se esfumaron en un parpadeo.

Rubén Olivares Ávila, una persona carismática que lo mismo arrastraba multitudes que causaba controversias fuera del cuadrilátero, está en negociaciones para filmar lo que considera será su legado al mundo.

El proyecto cinematográfico lo ilusiona. En su vuelta a los sets pretende obtener la mejor remuneración. "Yo quiero plata", dice a este reportero.

Con el filme, El Púas Olivares dice que espera ganar el Oscar y un Ariel, este último, la mayor distinción que la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas otorga anualmente para reconocer a los profesionales de esta industria.

Ahora que poco o nada queda de la derrochada fortuna del excampeón mundial de boxeo, Rubén Olivares, de 74 años recientemente cumplidos, peleará por retomar su faceta cinematográfica.

Su filmografía comprende Nosotros los feos (1973), Llanto, risas y nocaut (1974), El secuestro de los 100 millones (1979), ¡Qué viva Te-pito! (1981), La pulquería (1981), Los fayuque-ros de Tepito (1982), Nosotros los pelados (1984), Ni Chana ni Juana (1984), Se sufre, pero se goza (1984), y la principal que ahora desdeña: Las glorias del gran Púas (1984). "Esa no cuenta...", dice.

El mundo del Púas, empecinado por vender la exclusiva de su muerte, también se entiende por sus experiencias de vida. Por poner un caso: en el apogeo de su carrera deportiva, cuando la vida y la fortuna le sonreían y las falsas amistades aparecían por todas partes, compró una residencia en la colonia Lindavista, para ello firmó el contrato de compra-venta sobre una bolsa de papel de las que se utilizan para el pan.

La vivienda ubicada en la calle Cienfue-gos, ofrecida por un amigo y compadre que se ostentó como propietario de la misma, apenas la disfrutó algunos años.

La leyenda del boxeo se ufanaba de poseer casa propia y esposa en la popular colonia Bondojo, y otra más con una pareja sentimental en la colonia Lindavista, ambos inmuebles situados en la alcaldía Gustavo A. Madero, de la Ciudad de México.

Pero el gusto le duró poco, ya que la propietaria de la famosa casa de Lindavista, que resultó ser la madre del amigo y...

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