El relevo de Bárcena, sorpresa para Ebrard

AutorMathieu Tourliere

El anuncio de la jubilación anticipada de Martha Barcena Coqui como embajadora de México en Washington, y la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de sustituirla por Esteban Moctezuma Barragán en la representación diplomática más importante del gobierno mexicano, tomaron por sorpresa al canciller Marcelo Ebrard Casaubón y a su equipo de trabajo.

López Obrador apartó de nuevo a Ebrard en torno a la decisión de designar al representante del gobierno mexicano ante Washington, al igual que cuando nombró a Barcena para ese cargo a principios del sexenio.

A lo largo de la semana pasada Ebrard y sus allegados en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) mantuvieron silencio sobre el retiro de Barcena y el anunciado nombramiento de Moctezuma.

La Cancillería, habitualmente muy activa en materia de comunicación, tuvo el mismo mutismo ante este asunto. Consultada por Proceso, la dependencia indicó: "La información y po-sicionamiento sobre la jubilación de la embajadora Barcena se dio a conocer en las conferencias del presidente y no hay ninguna otra comunicación sobre ese tema por ahora".

Por otra parte, fuentes cercanas a Barcena confirman a Proceso que la embajadora nunca avisó a Ebrard de su próxima renuncia y que el canciller tampoco estuvo enterado de la decisión de López Obrador de nombrar a Moctezuma para el puesto.

La embajadora oficializó su intención de jubilarse en un acto organizado en el Baker Institute el lunes 14; momentos después indicó en sus redes sociales que la decisión fue tomada "en consulta" con López Obrador e insistió en que "nadie más intervino ni tuvo opinión ni influencia sobre esta decisión personal".

Con ello la diplomática -tía política de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador- indicó entre líneas que Ebrard no estuvo involucrado en su salida anticipada y con ello evitó que su retiro sea leído como un triunfo del canciller, con quien la relación fue pésima desde un principio.

En el arranque de la administración, Ebrard encomendó a su amigo, el empresario Javier Joaquín López Casarín, la tarea de abrir una suerte de representación "alterna" en Washington para establecer un canal de comunicación con el gobierno de Donald Trump sin pasar por Barcena. El equipo de la embajadora se enteró y, tras avisar a Palacio Nacional, desactivó la estrategia (Proceso 2254).

Después de este mal precedente, la relación entre la embajada y las oficinas centrales de la SRE empeoró.

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