¡Renacer!

De pronto, todo quedó en negros. Una decisión al volante impactó al medio del futbol. La estrella naciente desafío a la vida por un enojo.

"Tampoco es queja, si ese día pasó lo que tenía que pasar, no tengo ningún reproche con la vida", sentenció César Andrade, moviendo la cabeza.

El talento se le veía a lo lejos. Desde que recibía el balón, comenzaba la magia con sus gambetas y sus encares. Llegar a Primera División se le hizo fácil, pero... después de ese 10 de noviembre de 1999, comenzó su gran reto.

Lloró, gritó, le intentó pegar al vacío. Tenía furia. En segundos, su vida dio un vuelco de 180 grados. César Andrade estaba enojado, ¿La razón? Ricardo Antonio La Volpe no lo había metido al campo en Morelia.

Andrade, era de esos futbolistas que amaban jugar, pero si no lo hacía, se apoderaba de él la tristeza y la rabia. Sólo quería volar en una cancha, por ese sector izquierdo. El dinero no le importaba, anhelaba sentir el balón en sus piernas.

Su frustración le orilló a beber alcohol. Su acompañante fue Javier Amador, entonces jugador de la Segunda División. Salieron de fiesta en el Jetta verde de Andrade, quien quería desahogarse, sin saber del todo, que La Volpe admiraba su talento, pero como no era titular, el enojo fue subiendo.

"Llegar a Primera División fue fácil, pero lo que vino después fue algo intenso, llegué a pensar en lo peor", dijo Andrade, a 20 años del accidente en el que le amputaron la pierna derecha.

Sólo jugó dos Liguillas. Su paso en Primera División fue efímero, pero aún así, el recuerdo es eterno, como aquel golazo al Cruz Azul o su tanto en la Final contra el Toluca.

'ESTABA ACABADO'

Después del accidente, en Periférico y Avenida Vallarta, los médicos optaron por salvar su vida y le amputaron la pierna.

"Uno viene a este mundo a desarrollarse, el tiempo pasa, se va, y luego uno pasa la vida sufriendo y quejándose, y bueno, me pasó a mí, después del accidente pasé mucho tiempo queriendo o soñando algo irreal que era que mi pierna regresara y no regresó, y uno sufre.

"Inconscientemente siempre lo supe, desde que pasó el efecto del medicamento, salí del hospital un mes después, me di cuenta que ya estaba acabado. Ya se había acabado, pero mi otro yo, me hacía como querer soñar en que de una manera muy tonta de mi parte perdí lo que más quería, y de una manera tonta por qué no recuperarlo, pero hay cosas que no se recuperan en la vida, y una de ellas es mi pierna. Jamás la recuperaré. Mi tranquilidad, mi paz, mis...

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