El reportero y las víctimas

AutorJavier Sicilia

El pasado 27 de marzo -un día antes de conmemorar el octavo aniversario del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD)-, un grupo de reporteros de este semanario me invitó a presentar un libro tan atroz como digno: Los buscadores (Ediciones Proceso, 2018).

El libro es un conjunto de reportajes sobre testimonios de víctimas que, sobrepasando la violencia del crimen y la corrupción del Estado, han ido en busca de los desaparecidos y desaparecidas del país.

Lo que llamaba mi atención no era el libro mismo -la expresión de una realidad cotidiana en nuestro país-; tampoco los testimonios de las víctimas -que desde hace ocho años llevo en mi corazón como una inmensa carga-, sino los reporteros que hicieron el libro, tres de los cuales -Germán Can-seco, Jaime Luis Brito y Noe Zavaleta-lo presentaban esa tarde conmigo.

¿Por qué lo hacían? ¿Por qué desde 2011, en que nació el MPJD, no han dejado de estar en el centro del horror, dando testimonio del sufrimiento de las víctimas? ¿Por qué, si no son víctimas directas, continúan haciéndolo, a riesgo de su propia vida?

Sólo encuentro una manera de entenderlo: en ellos habita una virtud ajena a nuestra época: la compasión, el padecer con el otro o, para decirlo con Daniel Jiménez Cacho y su colectivo: el ponerse en los zapatos del otro.

Por lo general, el reportero es distante. Si quiere ser objetivo no debe involucrar sus sentimientos, no debe dejar hablar su corazón. "Recuerda -me decía una amiga cuando la prensa me asediaba en 2011-: los periodistas no son tus amigos". Y sin embargo -contra esa verdad-, ellos, al menos los que han hecho el libro de Los buscadores, lo fueron entonces y lo siguen siendo ahora. Desde aquel momento los he visto incansablemente acompañar con el corazón a las víctimas, rastrear el horror, bajar con ellas a las fosas, amplificar su voz.

La compasión es lo contrario del desprecio al estilo de Felipe Calderón que, bajo la imbecilidad de celebrar con las frases de que "se están matando entre ellos" o de que "algo habrán hecho", vuelve la espalda a las víctimas y abdica de la justicia. Pero también es lo contrario de la piedad (una tristeza, dice Compte-Sponville, por la tristeza de quienes sufren) con la que otros las miran.

Aunque compasión y piedad suelen confundirse no son lo mismo.

La piedad, como decía Rousseau, no es una virtud, "es un sentimiento" un poco mejor que el desprecio. No soslaya como él a las víctimas. Pero al igual que él, las mira de arriba abajo...

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