Réquiem por la Divina Jessye Norman

AutorRaúl Díaz

Su registro y extensión son extraordinarias, su timbre excepcional, aterciopelado, acariciante pero profundo con cavernosidad -de esas cavernas milenarias que apenas si ha descubierto el hombre-. Por eso no se entiende cómo es que la seguimos llamando soprano cuando sus notas son mucho más profundas que muchas de las que, decimos, son de mezzosopranos. Tal vez lo que sucede con ella es que para clasificarla tendríamos que crear una categoría especial en la que, por supuesto, sólo ella cabría.

¿Cómo explicar su voz? ¿Cómo describir ese sonido único que envuelve y sumerge en un mar de belleza incomparable?

Escucho ahora su Carmen; no hay voz más seductora. ¿Quién como ella podrá producir esos registros? Su voz no sólo es voz, es aroma exquisito de tierra en la que la lluvia acaba de caer, posee la suavidad acariciante de la mañana del despertar y, en la medida que avanza, se va endureciendo hasta alcanzar el temple del acero. Su voz es seda, por supuesto, pero también metal que atraviesa todas las corazas. Sucede así porque su voz va desde la A hasta la Z en una travesía que se consideraría imposible y que nadie más ha podido realizar.

Su voz no es de este mundo, porque de otra forma...

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