Residuos

AutorJavier Sicilia

La noción de Progreso -de mejorar la condición humana-, cuyas bases se encuentran en la crítica del siglo XVII y en la revolución industrial del XVIII y XIX, tiene mucho que ver con el supuesto procedimiento escultórico de Miguel Ángel: para hacer emerger la forma perfecta de lo humano es necesario -dice Zygmunt Bauman- desechar lo que no sirve, destrozar, triturar y tirar el envoltorio. Es la lógica del Progreso, que lo mismo acumula desechos radiactivos que desechos humanos: desempleados, pobres, migrantes, víctimas. El Progreso es implacable con su avance y cada vez peor en sus consecuencias residuales.

Cuatro rostros de los residuos humanos son, por ejemplo: Max, el muchacho de 22 años que el miércoles 8 asesinó a dos personas en el zócalo de la ciudad de Cuernavaca; las cientos de miles de víctimas (la mayoría de ellas jóvenes) que adolescentes como Max asesinan a diario en nuestro país; las masas de migrantes que se abarrotan en las fronteras norte y sur del país, y los miles de estudiantes que al salir de la universidad no encontrarán empleo y pasarán a las filas de los desempleados o de los ninis.

Uno de los remedios más recurrentes para enfrentar a seres como Max y a los ninis -al que incluso apela la 4T- son las dádivas estatales -llamadas subsidios-que se convertirán en un buen negocio mientras duren. Pero que no resuelven el problema. Por un lado, no alcanzan para todos los desechados; por otro, la velocidad del avance del Progreso creará más y no logrará quitar de esos seres la conciencia atroz de ser innecesarios, desechables como los desechos de los productos que el Progreso oferta: vasos y botellas de plástico, latas, jeringas, mercancías poco atractivas o rebasadas por otras producciones, etcétera.

En la época del nacimiento del industrialismo, en la época de la necesidad de la mano de obra y la producción, el destino de los desempleados, del ejército de reserva laboral, era el de ser reclamados para el servicio activo y habitar en chabolas (construcciones precarias) en las colonias residuales de las ciudades. Hoy, en la época de la automatización, de los sistemas y el consumo brutal, el destino de los desempleados -cuyo rostro es la residualidad, el desecho, el vertedero- es ser -si bien les va-el ejército de reserva de los programas asistenciales del Estado o de las dádivas de las Organizaciones no gubernamentales; si mal, el ejército de reserva de la delincuencia y el crimen, como en el caso de Max; si peor -es lo que...

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